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¡Nuevo! ¡Ahora, más efectivo!

Félix de Azúa

A finales del siglo XVIII nacieron las naciones europeas en lucha contra monarcas absolutos para quienes toda la tierra no era sino una finca de explotación y recreo que Dios había destinado a su distinguida familia. Francia, Italia y Alemania son un resultado de la Revolución Francesa y de las guerras napoleónicas. A lo largo del siglo XIX las naciones se hicieron mediante guerras contra otras naciones, buscando el acomodo de unas fronteras que medían la máxima fuerza expansiva del ejército nacional y de los recursos financieros. Polonia existía o dejaba de existir según anduviera la producción de cañones de la familia Krupp. Pero a finales del siglo XX las naciones se producen como las mercancías porque todo lo que ahora se produce, sea obra de arte, de religión, de justicia o de industria, es una mercancía cuya existencia depende de la satisfacción de una clientela.La condición mercantil de nuestras producciones no ha de afirmarse con melancolía. Un pasado heroico y sanguinario no tiene por qué ser superior a un presente opaco y sanguinario. La tarea de este fin de siglo es la unificación del mercado planetario y ya comienzan a aparecer las toscas imágenes que anuncian una nueva civilización. Las top models diversamente coloreadas, por ejemplo, son esas divinidades rudimentarias que surgen en los inicios de todo nuevo culto. Adaptadas a las actuales condiciones del apareamiento, ejercen la misma función que la Venus de Willendorf o que las maternidades sagradas medievales, pero ahora en un mercado planetario, multirracial y analfabeto.

Que los hombres y mujeres mejor pagados del mundo (¡tan efímeros, sin embargo!) sean ahora los Deportistas y las Modelos, es decir, la clásica pareja Marte-Venus simplificada para un consumo mundial, es sólo el inicio de una lluvia simbólica que se aproxima a velocidad de vértigo a través de las autopistas inmateriales. Estamos viviendo una transformación más potente que mil revoluciones. Y sin hacer absolutamente nada.

Así que también las naciones se producen hoy mediante aquellas técnicas que ayudan a unificar el mercado mundial. Una de las primeras medidas adoptadas por Jordi Pujol, ese extraordinario hombre de negocios cuya empresa cuenta con seis millones de trabajadores, desde el inicio de su mandato, ha sido la promoción externa. Mostrar en el extranjero la existencia de Cataluña, situarla en el mercado, ha sido un paso imprescindible en la consolidación del producto. A diferencia del Gobierno español, los gobiernos europeos y americanos aceptaron encantados la mercancía: estaba bien concebida, bien presentada, y no producía efectos secundarios indeseados. Recuerdo a un político francés de alta graduación hablando con entusiasmo del empuje de Cataluña hasta que alguien mencionó Perpiñán. En ese momento apareció la competencia: Ca n'a aucune relatión avec, mon cher monsieur. Y se largó con el vaso de vino en la mano como si fuera un cetro borbónico. ¡Ingenuos franceses!

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Mientras el producto no muestre efectos molestos para las grandes empresas mundiales, mientras pueda ser utilizado sin peligro incluso para los niños, los políticos lo aceptarán de buen grado, sobre todo si lo apoya la Iglesia. De manera que las nuevas naciones, las cuales siempre son "muy antiguas" gracias a los historiadores (esa rama emergente de la literatura), pueden ahora evitar el camino de la guerra si poseen el olfato adecuado para penetrar en el mercado mundial. El error de los arcaicos serbios fue considerarse todavía en un tiempo de héroes, sin entender que los héroes son, hoy en día, delincuentes.

Cataluña ha dado un paso colosal como producto mundial a partir de su alianza con el Partido Popular. Ha convencido de su utilidad, buen funcionamiento, y ejemplar servicio, al peor enemigo, a los propietarios de la más dura competencia. ¿Cómo ha sido ello posible? Quizás porque en un mercado mundializado, se impone la mayor capacidad de adaptación, y no la agresividad. No de otro modo los PC están integrando a los muy superiores Mac. La capacitación (especialmente la intelectual) es, por lo tanto, el único valor real, y precisamente por eso la educación es un desastre.

La alianza de Pujol con Aznar (nadie parece creer que se trate de una unión de Aznar con Pujol) sitúa al producto en un lugar hasta ahora inaccesible, blindado, monopolista. Y tras ese salto, ya nadie puede predecir lo que va a suceder. Cuando comenzaron a venderse los primeros ordenadores personales hubo mucha gente (de letras) que los miraba con menosprecio, como esos afectados que dicen no llevarse bien "con las máquinas". En la actualidad los utiliza hasta Ferrán. Si el producto cumple lo que promete, y teniendo en cuenta que de momento su precio es bajísimo (una típica técnica de penetración), es posible que impulse el cambio en el núcleo premoderno de España. De ser así ya sólo quedarían reductos paleotécnicos en protectorados como los de Rodríguez Ibarra o Julio Anguita. Porque el producto que ofrece Pujol es, en efecto, una máquina eficaz de tecnificación: liquida fundamentalismos (sobre todo los nacionalistas, aunque parezca lo contrario); establece contratos prácticos sin mirar el ADN del cliente; es perfectamente reaccionario en lo simbólico (religión, arte, "cultura") y progresista en lo técnicomercantil; predica el liberalismo pero ejerce la protección clientelar; convence al ciudadano más masivo de que posee una "Identidad" cuidadosamente no identificada ("som el que som" es lo máximo que concede al respecto); provoca la satisfacción de los más fanáticos patriotas mediante una notable polución industrial y urbanística del territorio; y en fin demuestra que, con tesón e inteligencia, no hay nada que supere a la pequeña empresa familiar, cuando todo depende de centros financiero-militares apátridas.

Esta ampliación de mercado (si se mantiene) debe sin embargo acompañarse de una transformación interna de la empresa. El campo de ventas ha crecido desmesuradamente pero el "logo" de la firma sigue como en aquellos tiempos en los que parecía que la expansión iba a venir por la parte de Valencia (!). Ahora necesitará una nueva plantilla de directivos, los empleados van a presionar sobre sus condiciones de trabajo, y deberá diseñar de nuevo el empaquetado y la publicidad. Ahí es donde peligra la expansión. Pujol sabe muy bien que los productos finos llevan una fecha de caducidad adherida al cuerpo.

Félix de Azúa es escritor

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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