Apuesta condicionada por las grandes redes
La construcción de las grandes redes de transporte europeas, acordada en 1994 en Corfú y confirmada hace un año y medio en Essen, "es una decisión que por supuesto nos corresponde a los jefes de Gobierno, y no hay que darla por perdida", aseveró el canciller. Respondía así a la pregunta de si apoyaba el Pacto de Confianza por el Empleo propuesto por el presidente de la Comisión, Jacques Santer. E se pacto incluye desviar algunas partidas previstas de gasto agrícola -unos 270.000 millones de pesetas- a los grandes proyectos de obras públicas, lo que ha encontrado la feroz oposición de los ministros de Economía, también el alemán, que pretenden devolver el dinero previsiblemente sobrante a los presupuestos nacionales.Pero la apuesta del canciller fue condicionada. Aunque insistió en que desea que los quince líderes sean quienes diriman la polémica en la próxima cumbre de Florencia, a final de junio, no quiso desautorizar a los ecofines. Les echó un capote: "Es, normal que en el momento en que todos los Gobiernos debemos ahorrar haya que ir con cuidado con las arcas de cada país".
También fue muy pragmático -en contraste con sus sonoras proclamas generales-, al recordar que la enfermedad de las vacas locas reducirá sustancialmente los excedentes que se preveían en el presupuesto agrícola comunitario. "De esas partidas debe salir el dinero para nuestros amigos británicos", dijo. Los Quince deben establecer con el Reino Unido "una solidaridad sin condición alguna". "Apunten bien", insistió, "he dicho sin condición alguna". Se refería, por supuesto, a posibles condiciones políticas -no es que propusiera levantar el embargo sanitario inmediatamente del apoyo financiero. Y todos entendieron que esa ausencia total de condicionalidad operaba en los dos sentidos: los catorce, solidarios con Londres; pero los británicos, también con el resto de europeos.
