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Tribuna
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Milagros acuáticos

Como patrono agrícola, San Isidro Labrador tiene que competir con la feraz y exuberante Cibeles, diosa frigia de la fertilidad, dentro de los límites de su protectorado. Duro trabajo para un dios menor y nada pretencioso al que la competencia foránea, entronizada con carroza y leones, desplazó al otro lado del Manzanares quedándose para sí el mejor lugar, una encrucijada de privilegio, una isla anclada en el cauce de la Castellana, donde cabría el verdadero río de Madrid, escamoteado quizá por alguna otra deidad malenquistada y envidiosa. Aunque lo más probable es que, como afirman algunos eruditos versados en el ocultismo, corra bajo la Castellana un misterioso río secreto, lo que resultaría muy del gusto de la Cibeles, que antes de que los madrileños empezaran a tratarla familiarmente de "la", era una diosa seria, iniciática y esotérica, frecuentadora de subterráneos y catacumbas.Pero hoy la Cibeles se ha quedado en patrona del Real Madrid y ha sufrido este año una pertinaz sequía de ofrendas y de cultos, mientras que a san Isidro le celebran y festejan a diario estos días, al menos en la plaza de Las Ventas y aunque sea con un rito heterodoxo y pagano. No están los tiempos para quejarse, y además el santo nunca fue de los que se quejan. Ni siquiera exhaló una protesta cuando hace ya bastantes años apareció un cartelito en su fuente milagrosa de la pradera, en el que la autoridad advertía que el agua no era potable, aunque sin entrar en materia sobre sus posibles efectos taumatúrgicos.

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En los años punteros de la movida madrileña que nunca existió, y cada día menos, yo he visto peregrinar en estas fechas al santo bebedero de la ermita a ediles agnósticos y socialistas y también a rockeros, diseñadores y artistas posmodernos que sin duda iban a pedirle subvención al santo, consiguiéndola muchos por su intercesión, según me consta. También me consta, por otros testimonios de entonces, que un solo vaso del portentoso líquido en ayunas obra milagrosos efectos sobre la resaca más empedernida. Supongo que tras la recristianización del territorio nacional y bajo los auspicios de nuestro piadoso alcalde actual, el rito del vaso de agua se verá más concurrido que nunca, aunque falten a la cita los heterodoxos peregrinos de aquellos años. Unos porque dejaron de beber y por tanto de padecer resacas y otros porque han perdido la fe en las instituciones y en las subvenciones y sospechan que con Esperanza Aguirre no hay mediación celestial que valga, a no ser que uno se encomiende, para una beca, a uno de esos santos privatizados que patrocinan universidades y colegios finos.

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