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Los pantanos de Florida se tragan al avión siniestrado y sus pasajeros

Antonio Caño

Los equipos de rescate tienen pocas esperanzas de encontrar alguno de los cuerpos de las 109 personas muertas el sábado al estrellarse el avión en que viajaban en un terreno pantanoso cerca de Miami. Tanto los cadáveres como los restos del aparato han desaparecido entre las aguas y arenas movedizas de una reserva natural de los Everglades, habitada por miles de cocodrilos, serpientes venenosas y varias especies salvajes en peligro de extinción.

Las labores de búsqueda continúan, pero los jefes de policía y bomberos han reconocido que el territorio que se inspecciona es muy peligroso y de muy difícil acceso, lo que obliga a extremar las precauciones a los equipos de rescate.

Hasta el momento, únicamente se ha podido llegar al lugar en el que cayó el avión de la compañía norteamericana ValuJet a bordo de unos botes impulsados por enormes ventiladores.

Las autoridades han enviado maquinaria para construir una carretera en los 16 kilómetros que separan el lugar del accidente de la primera vía accesible por tierra, pero resulta muy difícil su construcción porque el terreno pantanoso no permite un asiento firme para la colocación de los pontones.

Medida de consuelo

Pero esa medida parece destinada, en todo caso, más al consuelo de los familiares de las víctimas, con el fin de que puedan acercarse hasta el lugar en el que desaparecieron sus seres queridos, que al rescate en sí de los cadáveres. La mayoría de ellos pueden estar ya a varios metros de profundidad, escondidos entre el barro y la vegetación.Tampoco hay grandes esperanzas de recuperar restos del avión que permitan investigar por qué ocurrió el accidente. En otros siniestros de aviones suele quedar intacta una buena parte del fuselaje, y en casi todos los casos es posible encontrar la caja negra que recoge las grabaciones en la cabina.

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Pero en esta ocasión, los equipos de rescate no han encontrado pedazos más grandes que el de una gorra de béisbol. De los pasajeros, sólo se han hallado hasta el momento recuerdos como el de un álbum de fotos o la ropita de un bebé.

Dos pilotos que presenciaron desde el aire el accidente han contado que vieron caer el avión, un DC-9 con 27 años de servicio, de morro, y que el impacto fue tan fuerte que los restos del fuselaje quedaron repartidos en un espacio equivalente a dos campos de fútbol.

El piloto del avión de ValuJet, una compañía especializada en vuelos baratos entre ciudades con gran intensidad de pasajeros, había informado a la torre de control de Miami sobre un incendio en la cabina poco antes de caer al suelo. El aparato había salido unos diez minutos antes de Miami con destino a Atlanta.

Este accidente puede abrir un debate sobre la seguridad de aviones tan viejos, así como de las compañías que adquieren esos aparatos, rechazados ya por las grandes empresas, con el propósito de poder competir con mejores precios.

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