Apoyo internacional a dos décadas de independencia

Cincuenta directores y editores de periódicos europeos y americanos festejaron ayer el 20º cumpleaños de EL PAÍS en un almuerzo con los directivos del diario y los consejeros de la empresa editora, PRISA. Todos aprovecharon para intercambiar ideas y experiencias informalmente. Fue una tácita conjura por la libertad de información, un alto en el camino, el ejercicio de ponerse cada uno en el lugar del vecino. El marco elegido fue de lo más apropiado: la gran sala de rotativas.

El presidente de PRISA, Jesús Polanco, recordó que la historia de este diario, como la de todos, no ha sido plácida, sino conflictiva; pero sí asumible, incluso en el día de "terrible angustia" del 23 de febrero de 1981, cuando el entonces teniente coronel Antonio Tejero "comprendió que su golpe de Estado había fracasado al conocer que se habían distribuido miles de ejemplares del periódico defendiendo la Constitución". "Primero había creído que se había manipulado un ejemplar", relató, "pero, al saber que no era así, que se habían distribuido varios miles, se convenció de que las ayudas que esperaba nunca llegarían".El polaco Adam Michnick, director del periódico más joven de los representados, la Gazeta Wyborcza (medio millón de ejemplares cargados de independencia que fuerzan la compleja transición de su país), subrayaba la similitud de los procesos históricos de Polonia y España, y recordaba que su periódico se ha diseñado "sobre tres modelos -El PAÍS, Libération y The Independent- anclados en una apuesta profesional".

Mientras, Christine Ockrent -la comunicadora puntera del mundo audiovisual francés, que levantó el semanario L'Express- animaba a los profesionales españoles "en la nueva etapa política", pese a que los 12 meses de dominio de la derecha en Francia han sido para el periodismo "bastante sombríos".

La coincidencia de fechas entre el 20º cumpleaños de EL PAÍS y el cambio de Gobierno hacía aflorar reflexiones sobre el carácter de "árboles de hoja perenne" de los periódicos, frente a la "hoja caduca" de las administraciones. Asentía Daniel Vernet, aportando la experiencia de Le Monde en los últimos años, alejado del poder, "un ejercicio muy sano". El director de El Periódico, Antonio Franco, uno de los premios Ortega y Gasset de este año, apostaba con su amplia humanidad por un mismo ejercicio profesional ante los poderes: riguroso y responsable.

Conjugar poder, influencia e independencia era el discurso de Peter Galliner, el veterano liberal que dinamizó el Instituto Internacional de Prensa. Galliner respondió a la invitación del consejero-delegado de EL PAÍS, Juan Luis Cebrián, de reflexionar sobre las relaciones prensa-poder, exhibiendo el ejemplo de este diario, que Cebrián fundó como primer director: "Es uno de los infrecuentes ejemplos, de un periódico extraordinariamente poderoso y que al mismo tiempo no ha abdicado en su vocación de ofrecer, ante todo, calidad, y de servir como referencia a los lectores". Al ex director de The Guardian Peter Preston no se le cayó el anillo a la hora de calificar a EL PAÍS como "uno de los mejores hechos de Europa y un éxito sin precedentes".

Mario Vargas Llosa, escritor, académico y articulista, rompió una lanza en favor de "profundizar en las nuevas posibilidades que abre la progresiva desaparición de fronteras" en el mercado informativo y cultural. Coincidió en eso con el presidente del sindicato de servicios de Los Angeles Times, Jesse E. Levine, quien destacó la "inmensa oportunidad" de la prensa escrita en español en EE UU, a la que "quizá le falta todavía un modelo como EL PAÍS, un periódico que es imprescindible leer".

Jorge Fernández, director de La Nación, de Chile, destacó la necesidad de la adaptación formal de los periódicos a la contemporaneidad, a lo que el diario veinteañero "ha contribuido enormemente con su ambición de estilo, para ejemplo de muchos de nosotros". Y el responsable de El País, de Uruguay, Scheck Daniel, subrayaba "las nuevas tendencias aportadas por el suplemento Tentaciones". Sus colegas españoles tomaban tales reconocimientos como "un estímulo y un deber de mejorar", según musitaba el director de EL PAÍS, Jesús Ceberio.