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Reportaje:

Una ruina de explicación

Los restos arqueológicos de la plaza de Oriente se exponen sin información clara antes de ser destruidos

Vicente G. Olaya

Madrileños y foráneos dividían ayer sus opiniones en torno a los restos arqueológicos de la calle de Bailén, que hasta el próximo día 7 podrán ser observados antes de ser destruidos por el túnel que el Ayuntamiento proyecta. Ayer, primer día de exposición, había quien creía estar delante de restos egipcios, quien pensaba que se encontraba frente a un campamento romano o la tumba de Felipe II, o quien aseguraba ver los búnkeres de la guerra civil. Ni un solo cartel explicativo claro les sacaba del error."Si es que el panel no se ve bien, porque está escrito en letra muy pequeña, tapado con un plástico sucio y el sol da de frente. No se ve ni un pimiento. Algo de los moros sí que pone en esos paneles", comentaba Raúl Sánchez, uno de los visitantes. Sánchez se refería a un panel con tres planos de Madrid de los siglos XVII, XVIII y XIX, junto al que había unas fotografías sin leyenda y unos comentarios sobre las excavaciones con faltas ortográficas: "Esta plaza se situa en el borde más septemtrional del casco histórico de madrid" (sic), se escribió.

"Oiga, ¿esto es de la época de Tutankamón?", preguntaban los visitantes, a quien creían ver con cara de entendido. "No sé, señora" respondía Javier, estudiante de informática. "Creo que está equivocada. La tumba ésa parece de Felipe II, que fue el rey que mandó construir el palacio". Javier señalaba la fotografía expuesta de la tumba de uno de los monjes del desaparecido convento de San Gil. Los arqueólogos encontraron hace unos meses los restos de algunos monjes, los fotografiaron y mandaron los cuerpos a la Universidad Autónoma.

Alfredo Gegúndez, de unos sesenta años, estaba ayer indignado. "¡Qué vergüenza! Ni un cartel, ni un guía, pero ¿qué estamos viendo?", preguntaba. "Yo he leído y sé que esto es la muralla de Madrid y los restos del primer alcázar árabe", y señalaba los muros de la antigua Casa del Tesoro, edificación donde vivían los empleados del desaparecido palacio de los Austrias. Ricardo Rico, de unos sesenta años, intervino. "Esto es una birria. Aquí cuatro pegotes de ladrillos y mucha gente diciendo tonterías. Está claro que todo esto no vale nada, porque lo van a destruir todo. Si valiese algo, lo conservarían. Aunque entonces te preguntas para qué narices lo enseñan", razonaba.

El director general de Patrimonio, José Miguel Rueda, acudió por la tarde para explicar al director de Abc, Luis María Anson, las obras. Preguntado Rueda por qué no había carteles explicativos para el público, respondió: "No nos ha dado tiempo. Usted me perdonará", y les abrieron las vallas cerradas al público para que viesen más de cerca las obras.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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