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El congreso de editores debate sobre la libertad de expresión en Internet

El control de la información no implica el del poder, dice Cebrian

Internet fascina. E inquieta. Se advierten sus posibilidades inmensas, pero también los presuntos desbordamientos éticos que comporta. La red Internet, tomada como símbolo de las nuevas tecnologías de la información, la necesidad o no de su control y el carácter de sus hipotéticos controladores, fueron protagonistas ayer en el Congreso Internacional de Editores, que se desarrolla en Barcelona.

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Heather Florence -editora: Balitam, Doubleday, Dell-, americana del Norte, liberal y demócrata a fondo, tuvo una intervención que escoció al sector más conservador del congreso. ¿Por qué? La señora Florence partió de la consideración de que Internet es, otro espacio de la vida y, como la vida, complejo y sólo relativamente controlable. "El ciberespacio se basa en la conversación. ¿Cómo vamos a ponerle vetos a la conversación?", se preguntaba.Del centro de la sala surgió una voz que se identificó sucintamente como alemana para exclamarse acto seguido con tono de escándalo: "¡Pero no he oído de usted si está o no a favor de que protejamos a nuestros hijos de toda esa pornografía que les sirven!".

La señora Florence no se alteró y, recomendó con intensa suavidad a la señora que la solución de eso está en casa y no fuera de ella: "No son los gobiernos, sino los padres quienes deben proteger a sus hijos de los peligros de la vida". Luego, sutilmente, defendió el anonimato de muchos de los mensajes que pueblan la red: "Hay gente, enfermos de sida, por ejemplo, que necesita pedir consuelo; hay gente que dice la verdad, pero que no la puede decir públicamente: para todos ellos esa zona de intimidad de la ley es muy necesaria".

Fleather Florence vino armada con la primera enmienda de la Constitución norteamericana, que protege la libertad de expresión. Sus últimas palabras no dejaron ninguna duda sobre su consideración de Internet como algo que forma parte de la misma sustancia de la vida: "Y por tanto, igual que la vida, es probable que necesite leyes. Leyes que defiendan tanto la seguridad como la libertad".

El consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, intervino en el debate y antes de enhebrar una sucesión de preguntas dejó caer una afirmación tajante: "Quien controla la información no controla necesariamente el poder".

Cebrián hablaba a la luz de la reciente experiencia electoral italiana y del fracaso de Silvio Berlusconi como aspirante a la jefatura de Gobierno: "A Berlusconi no le ha servido controlar la televisión. Y este es un hecho sobre el que es preciso reflexionar, más allá de las apreciaciones convencionales sobre la relación entre información y poder".

A partir de ahí, Cebrián empezó a interrogarse en voz alta. Primero sobre la nueva democracia que puede reportar la red. "¿Nos facilitará el ejercicio de una democracia más profunda, más participativa, o facilitará la aparición definitiva del Big Brother [el Gran Hermano controlador, según la lúgubre concepción de OrweIl]?". Cebrián no mostró mucho interés por determinar si algunos de los contenidos de Internet pueden ser o no peligrosos. "Me importa menos saber si lo que se transmite en Internet es nocivo que preguntarme quién debe seleccionar los contenidos. ¿Pueden hacerlo lo! gobiernos democráticos? ¿Pueden hacerlo los lobbies, los grupos que piensen que Internet hace daño a sus intereses?".

Cebrián interrumpió sus interrogantes para emitir un pronóstico: "No todo es tecnología. No creo que Internet afecte al libro ni que sea un nuevo medio. En realidad, no creo que la prensa, la prensa escrita, ni el libro puedan considerar que Internet les hace competencia".

La última pregunta de Cebrián tuvo prólogo. Uno de los máximos peligros que afronta el futuro, de acuerdo con su análisis, es la escisión de las sociedades en dos grupos: los alfabetizados tecnológicos y los que vivirán al margen de ese alfabeto. Así, un ciudadano occidental y otro de las áreas subdesarrolladas podrán compartir una posición similar en el mundo según sea el grado de aprendizaje tecnológico que presenten. "Eso puede provocar la división interna de las sociedades. ¿Y cómo va a resolver la democracia que conocemos ese nuevo y crucial problema?", concluyó.

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