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FERIA DE ABRIL

La fiesta que nos merecemos

Si sale anovillado el toro al estilo de los Alcurrucén, y su pitón parece plátano y es una ruina y rueda por el redondel y el público calla, ¿por qué van a servir los ganaderos el toro de trapío, casta y bravura?Con el toro empieza a perfilarse la fiesta que nos merecemos. Tiempo atrás, cuando había afición y el público sabía lo que se pescaba y los taurinos tenían vergüenza o no la tenían pero guardaban un respeto al público porque el público se hacía respetar, salía a la arena el toro y resultaba impensable que una corrida de toros pudiera celebrarse sin toros.

Si un torero se pone a pegar gritos y zapatillazos (eso Manzanares), y cita encorvado con el pico de la muleta y el toro no acude pues se está muriendo y finalmente da unos pasitos cansinos y el torero le acompaña el caminar parando la pañosa cuanto le da de sí el brazo y el público revienta un "¡ooolé!", con el acento admirativo de quien acaba de descubrir, ¡oh!, el Mediterráneo, ¿por qué los diestros han de citar ofreciendo el medio-pecho, parar, templar y mandar, que es lo difícil?

Alcurrucén / Romero, Manzanares, Ponce

Toros de Alcurrucén, varios anovillados, feos, sospechosos de pitones, inválidos y descastados. Curro Romero: pinchazo, estocada corta baja y cinco descabellos (algunas palmas); estocada corta baja, rueda de peones y dos descabellos (algunos pitos). Manzanares: pinchazo, estocada corta y rueda de peones (ovación y salida al tercio); primer aviso durante la faena, pinchazo, estocada ladeada -segundo aviso- y descabello (escasa petición y vuelta). Enrique Ponce: pinchazo y estocada corta (silencio); estocada caída y rueda de peones (palmas).Plaza de la Maestranza, 22 de abril. 6ª corrida de feria. Lleno.

Tiempo atrás a los toreros que se encorvaban y metían picos y gritaban y pegaban zapatillazos y largaban tela, los aficionados jamás les hubieran clasificado en el grupo de los artistas sino en los del montón y les llamaba ratoneros.

Si un torero se pone perfilero próximo al funo entreverado (eso Ponce) y el entreverado funo está a punto de expirar y al alargar la gaita da la sensación de que sí, ¡cielos!, expira ya que se derrumba y el perfilero artífice le vuelve la espalda componiendo jacarandoso desplante y el público estalla en una ovación agradecida por la voluntad puesta en el empeño, ¿por qué los diestros van a admitir toros de casta y empuje, con el trajín que dan y los peligros que comportan?

Tiempo atrás a los toreros jacarandosos incapaces de medirse con los toros verdaderos nadie los quería ver y ni siquiera les hubieran dado licencia para tomar la alternativa.

Si un torero monta la espá (eso Curro) y, situado el toro en la vertical de Cádiz, se va a matarlo rumbo Barcelona y mete la estocada donde caiga, Dios sabrá cómo y el público la da por buena, ¿por qué los toreros han de marcar los tiempos del volapié y apuntar al hoyo de las agujas, siendo momento de exposición máxima que llaman suerte suprema?

Tiempo atrás ya podía haber hecho un torero maravillas con la muleta que si con la espada se inhibía toda su labor resultaba devaluada.

Son dos fiestas distintas, evidentemente. El público habitual de la Maestranza 50 años atrás -acaso 10-, llega a ver esta corrida ferial de Curro-Manzanares-Ponce con los alcurrucenes y no habría dado crédito a sus ojos; a lo mejor se creía que estaba en el circo.

Los alcurrucenes esos, ganado mísero, trapío ninguno, aires de moruchada, descalificaban el espectáculo y la lidia que les dieron carecía de interés. Inhibido Curro; sin recursos de lidiador Ponce, empeñado en meterle derechazos a un toro aplomado sin cambiar de mano ni de terreno para probar si embestía en distinto lugar, sólo Manzanares sacó vergüenza torera y la explayó en el quinto de la tarde. A este toro no le hizo exquisiteces pero le pisó los terrenos con valor y tesonera porfía. Acabó pasándose de faena, mató regular y escuchó dos avisos, lo cual no fue óbice para que le pidieran la oreja.

El público de la Maestranza no es el de hace 50 años. Ni el de hace 10. El público de la Maestranza y el de todas partes tienen la fiesta que se merecen. Faltan dos primaveras (a lo sumo tres) para que esa fiesta acabe siendo la parte cómica del espectáculo taurino-musical del Bombero Torero. Bueno, estamos en un Estado democrático. Y, además, ya lo dice la sabiduría popular: sarna con gusto no pica.

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