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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Yonquis' de Lou Reed

Vaya por delante que Lou Reed es uno de los pocos intérpretes y compositores que, sin necesidad de vender muchísimos discos, ha convertido en Yonquis de sí mismo a varias generaciones de espectadores que nunca suelen fallar a la dosis del ídolo prometida. Aunque el tiempo haya ya adulterado la sustancia del mito y el efecto no sea el mismo. Esta vez, todo hay que decirlo, hubo menos parroquia que otras veces. Tal vez porque tiran más el precio de las entradas que las carretas del dicho.Previamente a la irrupción del niño malo de Coney Island, el cuarteto irlandés Whipping Boy calentó el ambiente del pabellón, con las canciones de su primer e interesante álbum Headworm.

Por fin, a los eternos acordes de Sweet Jane, Reed apareció en escena envuelto en una estética oscura -la que hace juego con su leyenda- y acompaña do por tres excelentes y sufridos músicos, a los que el solista da menos juego del que debiera. Alguien debería decirle a Mr. Reed que él no es un buen guitarrista.

Lou Reed + Whipping Boy

Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. 3.500 y 4.500 pesetas. Madrid, 22 de abril.

Más información
Un viejo animal del rock

El repertorio, curiosamente, fue el más jugoso que Lou Reed haya interpretado nunca en nuestro país. Abarcaba desde los temas del disco New sensation (1984), hasta el de este año, Set the twilight reeling. Se atrevió, incluso, a realizar una curiosa mezcla entre dos viejas joyas de su turbio pasado: m waiting for my man y Vicious, incluyéndolas por sorpresa al final del concierto. Nunca se vio, en fin, un eterno arisco del rock tan complaciente con su público español, que, a veces, aún tiende a identificarle con los fantasmas de la noche de hace unos veinte años. Esto quiere decir mucho. Por ejemplo, que Lou haya acudido por fin al recuerdo de los viejos tiempos, en lugar de a esa intelectualidad recalcitrante que exhibe en el presente. Hacen mal matrimonio el rock y la cultura, porque se desvirtúan mutuamente.

Por eso, daba gusto sentir la electricidad de canciones como I love you Suzanne, Video violence o Strawman. Parecía que Lou no tuviera más de 40. Aunque también hubo tiempo ' mucho, para disfrutar de densas baladas como Doin' the things that we want to o Trade in.

El autor de Heroine convenció en esta ocasión mucho más que en anteriores visitas -la última, la del Magic & loss, fue un auténtico tostón- y recuperó la pose mítica de quien un día, siendo mucho más joven, se enfrentó al mundo con sus palabras, su guitarra y un montón de drogas en el cuerpo. Incluso, como si quisiera regalar algo al público español, no puso ninguna cara de asco cuando, al final de la actuación interpretó otros acordes destinados. a pasar a la historia del rock, los de Walk on the wild side. Esta vez, Lou Reed no fue en absoluto rácano con la dosis de sí mismo.

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