Opositor por obligación
Francisco Ossorio, de 23 años, nunca ha tenido un contrato fijo. Desde hace cinco años, cuando acabó sus estudios de formación profesional, intenta ganarse la vida de una manera honrada. Ha vendido pan, vigilado aparcamientos, cuidado jardines y limpiado retretes. "Mis jefes jamás han tenido queja de mí, pero nunca me renovaban más allá de un año. ¿El sueldo más alto que he tenido? 85.000 pesetas", dice. Es uno de los 40.000 ciudadanos que aspiran ahora al trabajar en la Administración regional.Desde hace seis meses, Fernando engrosa el paro. Dedica muchos días a entregar currículos por las comunidades de vecinos. Se ofrece como conserje. "Los cursos de informática, inglés, vídeo y diseño gráfico no me han servido de casi nada", comenta. Hace un año presentó su solicitud para las oposiciones regionales. Pagó 1.500 pesetas por los derechos y 6.000 por los libros en una academia. "Estudié durante dos meses, pero nadie explicaba cuándo se iban a celebrar las oposiciones. Al final me aburrí y necesitaba tiempo para trabajar".
Ossorio dice que después de rellenar cientos de solicitudes de trabajo y completar formularios oficiales para encontrar un trabajo ha sacado algo en limpio: "Hago unos currículos fabulosos. Me sorprendo a la hora de vender mi experiencia. Nunca miento, pero en vez de decir que he sido un simple currito en una gran superficie comercial, el que reponía los botes de tomate, pongo: especialista en colocación y alineación de alimentos de forma manual y mecánica".
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