Intriga de ficción científica
Una de las virtudes del cine clásico norteamericano es su gran poder de síntesis. Sin embargo, con el paso de los años, esta gran virtud se ha perdido, y cualquier producción norteamericana necesita de dos a tres horas para narrar una banal historia que hace treinta años se hubiese contado en la mitad de tiempo.Éste es el problema básico que hunde Días extraños, un policiaco mezclado con elementos de, ficción científica, que transcurre en Los Ángeles en la última semana del año 1999. Lo que en la década de los cuarenta o cincuenta cualquier director de películas de bajo presupuesto hubiese narrado mejor en menos de noventa minutos, la realizadora Katryn Bigelow tarda 145 minutos en contar malamente.
Strange days
Dirección: Katryn Bigelow. Guión: James Cameron, Joy Cocks. Fotografía: M. F.Leonetti. EE UU, 1995.Intérpretes: Ralph Fiennes, Angela Bassett. Madrid: Gran Vía, Minicines, Conde Duque, Madrid, España, Aluche.
En primer lugar esto se debe a que es incapaz de entremezclar con un mínimo de habilidad los conflictos raciales y la violencia que aparecen en el trasfondo con la historia propiamente dicha. Y también a que pierde demasiado tiempo en explicar con variados ejemplos las propiedades de los black jacks, los clips con experiencias ajenas, pero que pueden parecer propias, con que trafica el protagonista, las nuevas drogas del final de milenio.
Después de la burda trilogía integrada por Los viajeros de la noche (1987), Acero azul (1991) y Le llaman Bodhi (1991), Bigelow, la más violenta de las directoras de cine, parte de un guión de Joy Cocks y el realizador James Cameron para hacer una larga y aburrida mezcolanza de historia policiaca y de ficción científica titulada Días extraños.
Rodado de forma torpe y chapucera, no sólo deja escapar la posibilidad de jugar a niveles estéticos o narrativos con los largos planos subjetivos a que se reducen los black jacks en torno a los que gira la acción, sino que tan siquiera se le ha pasado por la imaginación. Dentro de la tosquedad de su forma narrativa sólo llama la atención la facilidad con que utiliza cualquier elemento, especialmente las vueltas hacia atrás, para que no quede ningún hilo suelto en su simple y machacona historia.
Dentro del aburrido y poco atractivo conjunto sólo puede destacarse a dos eficaces actrices. La violenta, siempre enfadada. Angela Bassett, y la viciosa y seria Juliette Lewis. Frente a unos actores, desde el débil protagonista Ralph Fiennes a los secundarios Tom Sizemore y Michael Wincott, que a duras penas consiguen dar un mínimo de vida a sus inexistentes personajes.
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