El amigo castellano de Cataluña
José Luis López Aranguren lo repetía siempre que visitaba Cataluña y lo reiteró cuando en septiembre de 1994 leyó el pregón de la fiesta mayor de Tarragona: "Lo que aspiro a ser es el mejor amigo castellano, o medio castellano, porque soy mitad vasco mitad castellano, de Cataluña. Es el título que me gustaría tener". Y no tardó en conseguirlo. El presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, no dudó ni un momento en concederle en 1982, cuando se instituyó, la Creu de Sant Jordi, la más alta distinción que otorga el Gobierno cataIán. En 1989, con motivo de su 80º aniversario, la Generalitat le volvió a homenajear por haber sido "uno de los pensadores que más comprensión e interés han mostrado por Cataluña a lo largo, de su vida".Aranguren encontró en el Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Cataluña el primer foro donde expresarse después de ser separado, en 1965 de su cátedra de Ética y Sociología. "En la primavera de 1966 ya dio la primera conferencia y continuó viniendo hasta mitad. de la década de los setenta; después se integró en el claustro de profesores de la Escuela de Diseño de Barcelona, donde daba unos cursos", explica la ingeniera Laura Trernosa.
"Entonces estaba prohibido que Aranguren pronunciara conferencias en España, pero en Barcelona era más fácil que en Madrid; la distancia ayudaba y conseguíamos sin problemas burlar la prohibición. Nos reuníamos unos 150 amigos suyos para escucharle año tras año". Allí estaban, entre otros, el editor Josep Maria Castellet, el arquitecto Oriol Bohigas y los filósofos Salvador Pániker, Xavier Rubiert de Ventós y Eugertio Trías. Tras las conferencias, los más íntimos cenaban con el filósofo y acababan las noches en Bocaccio entre música y copas. "No conspirábamos en el sentido político del término, lo que hacíamos era cargárnoslo todo", recuerda Tremosa.
"Yo le considero mi padre espiritual", asegura Rubert de Ventós, a quien Aranguren ayudó a salir de la cárcel tras ser detenido por participar en las manifestaciones en favor de las huelgas de los mineros asturianos en 1963. Fui su alumno en Madrid durante un año y siempre que estaba en Barcelona para dar conferencias o cursos nos reuníamos. Yo me encargaba de pincharle sobre el tema catalán. Intentaba limpiarle la cabeza y hacerle ver que el problema era Castilla y no Cataluña. Él lo entendía, lo tenía claro y se sentía en Cataluña como pez en el agua".
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