Tarea para Solana
LA VISITA que el secretario general de la OTAN, Javier Solana, realiza hoy a Kiev, la capital de Ucrania, será seguida con una atención extrema desde Moscú, donde el alto funcionario fue comparado a un "agente publicitario" cuando el pasado marzo explicó al Kremlin los argumentos occidentales a favor de la, entrada en la OTAN de los Estados europeos que fueron aliados de la URSS en el Pacto de Varsovia o parte de su territorio.Como "agente publicitario" Solana encontrará en Kiev una acogida más favorable de la que encontró en Moscú. Ucrania, uno de los países miembros del programa Asociación por la Paz, quiere reforzar su cooperación con la OTAN, aunque, según el presidente Leonid Kuchina, se mantendrá por el momento al margen de la organización. La posición de Ucrania es muy delicada, tanto por su vecindad con Rusia como por los problemas existentes entre los dos países, especialmente en lo que se refiere al status de Sebastopol como base de la flota rusa del mar Negro. En el telón de fondo de este contencioso late la idea de que Moscú tiene derechos especiales sobre aquel puerto en particular y sobre Crimea en general.
Kiev percibe como insuficientes las garantías de seguridad que recibió de las potencias nucleares, Rusia incluida, a cambio de la renuncia a los misiles atómicos que heredó de la URSS. La reciente denuncia por parte del Parlamento ruso del acuerdo que puso fin a la Unión Soviética ha generado en Kiev una inquietud suplementaria, que se suma a la que ya provoca la perspectiva de un triunfo electoral del comunista Ziugánov, uno de los promotores de la iniciativa parlamentaria.
Los dirigentes ucranios se sentirían más tranquilos si el presidente Yeltsin hubiera firmado el Tratado de Amistad y Cooperación, que daría garantías suplementarias para la seguridad del país. El clima inestable que Ucrania percibe en sus fronteras orientales propicia el acercamiento entre Kiev y la Alianza Atlántica, aunque es poco probable que, al menos en público, los dirigentes ucranios pongan a Yeltsin en una posición vulnerable frente a sus adversarios electorales. Sin embargo, el proceso de ampliación de la OTAN se ha puesto en marcha, y si la lógica de los acontecimientos continúa siendo la actual, Kiev puede tratar de integrarse en la Alianza. Y esto es más de lo que Moscú está dispuesta a aceptar.
El debate sobre la ampliación de la OTAN no da respuesta a las inquietudes de Rusia, donde existe un amplio consenso político sobre la inconveniencia de tal decisión, sobre todo después de que los políticos rusos pro occidentalistas hayan enterrado las ilusiones de que Rusia podría entrar en la organización. A Solana corresponde explicar las razones por las que hay un rasero para los países postcomunistas de Europa oriental y otro para Rusia. Entre ellas está la falta de disposición de la OTAN a asumir los compromisos de defensa que se derivan del artículo 5 de su tratado fundacional para un país con una frontera de 4.300 kilómetros con China.
Moscú está desarrollando un cierto síndrome de Versalles que conviene no ignorar. Bajo el mandato de Andréi Kózirev, Rusia no ha reforzado formalmente su posición política y estratégica en los países de Europa del Este, que fueron su cinturón de seguridad, y, por el momento, tampoco está en disposición de hacerlo. Las posibilidades de integración entre Rusia y Ucrania son limitadas, porque los líderes de ese país, a diferencia de los bielorrusos, limitan su colaboración. con Moscú a los asuntos económicos -son dependientes del petróleo y las materias primas rusas-, mientras apuntan hacia Occidente en todo lo demás. Después de haber trasladado los misiles nucleares de Ucrania y Bielorrusia a su territorio, no sería fácil convencer a Moscú de que la aproximación de tropas, infraestructura militar y nuevas armas a sus fronteras no constituye una amenaza para su seguridad. Solana tiene una complicada tarea ante sí.
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