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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Ramón y Cajal, el mito, el héroe

Sostenía Pedro Laín Entralgo que Cajal había aportado a la historia de su pueblo una realidad, un mito y, por consiguiente, un problema. Aunque Cajal llegó a ser un héroe nacional y su nombre conocido y admirado por todos los hombres de su época, en la actualidad, para muchos, el nombre de Cajal no dice nada o no pasa de ser solamente un nombre que puede leerse identificando cualquier calle.Transcurridos 90 años desde la concesión del Premio Nobel, toda una vida, y teniendo en cuenta el desarrollo que nuestro país ha experimentado en todos los aspectos, tal vez sea el momento de asumir la figura de Cajal; reconocer su ingente obra y la importancia que en el desarrollo de la ciencia ha tenido.

Desde la perspectiva de un científico que está empezando a dejar de ser joven, pero que ha tenido numerosos contactos con colegas de diversos países, me atrevo igualmente a afirmar que la figura de Cajal ha sido ignorada y disminuida en España durante los últimos 60 años. No se podía esperar menos del ambiente de pobreza intelectual que este país ha sufrido durante un largo periodo, de una sociedad. tradicionalmente alejada de la obra científica. La figura de Cajal era demasiado grande para los figurones de antaño (con honrosas excepciones, me consta). Aunque han menudeado, a lo largo de los años, las conmemoraciones de rigor, siempre he tenido la sensación de que éstas fueron puro trámite, algo que había que hacer, sin grandes convencimientos.

En este sentido, la figura de Cajal ha sido, y es, apreciada mucho más fuera de nuestro país que por nosotros mismos. "No nos priven de las cosas de Cajal", me inquiría en una amable carta un colega de la Universidad de San Francisco. Y es que el talante crítico de Cajal no podía ser bien entendido por una sociedad cicatera: "Lejos del pedante y satisfecho engreimiento de muchos funestos políticos y de no pocas orondas sumidades de la cátedra, el buen maestro debe tener plena conciencia de la nacional incultura y de nuestra pobreza científica. Tendrá siempre presente que España está desde hace siglos en deuda con la civilización, y que de persistir en tan vergonzoso abandono, Europa perderá la paciencia y acabará por expropiamos".

Y, sin embargo, me atrevo igualmente a pensar que si don Santiago estuviera entre nosotros sentiría orgullo de ver lo que es ahora el instituto que lleva su nombre; de cómo sus miembros son apreciados por la comunidad científica e invitados a impartir conferencias y seminarios en múltiples países. Y digo esto en base a uno de los grandes objetivos de Cajal, recogido sistemáticamente en sus escritos: "Aumentar el caudal de ideas españolas circulando por el mundo". Ésta era ciertamente una obsesión para don Santiago, que su patria no contara en los foros internacionales. Con razón dejó reflejada en sus escritos la emoción profunda que le invadió cuando en la entrega del Nobel, encontrándose junto a los demás galardonados (Italia, Reino Unido, Francia, Estados Unidos -Theodor Roosevelt recibía el de la Paz-, y por fin España), el profesor Törnebladh, al finalizar su glosa, citó la máxima de Pasteur: "La ignorancia separa a los hombres, mientras que la ciencia los aproxima".

Es hora, como decía, de asumir la figura de Cajal, científico, filósofo y humanista, sin complejos de hacer bandera de una figura que únicamente puede ser comparada, en palabras de Severo Ochoa, con hombres de ciencia de la talla de Galileo, Newton, Darwin, Pasteur o Einstein. La obra de Cajal es una obra viva, actual, demandada y consultada por los estudiosos. Un vistazo a los dibujos y esquemas (que Cajal realizó a miles) de sus preparaciones histológicas aclara más sobre la estructura del sistema nervioso que la lectura concienzuda de los trabajos realizados con las técnicas más modernas. Es hora de poner la ciencia española frente al espejo. Sólo así nos daremos cuenta del camino que aún nos queda por recorrer para cumplir con los objetivos que Cajal se impuso a sí mismo. Es algo que todos, científicos y dirigentes, aún le debemos.

Juan Lerma es investigador científico del CSIC y vicedirector del Instituto Cajal.

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