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El G-7 recomienda dar prioridad a las políticas, activas de empleo sobre los subsidios de paro

Enric González

Es preferible que los Gobiernos ayuden a los parados a encontrar trabajo a que agoten sus recursos en subsidios de desempleo. Esa fue una de las ideas en que coincidieron los representantes de los siete países más ricos del planeta (G-7) en su reunión de Lille, concluida ayer con las habituales recomendaciones sobre la necesidad de sanear las finanzas públicas, flexibilizar el mercado laboral y eliminar trabas al comercio mundial. La minicumbre sobre empleo demostró que, en muchos aspectos, el modelo liberal anglosajón se impone poco a poco sobre el modelo social europeo.

En la sesión de apertura, el lunes, el presidente Jacques Chirac habló de una tercera vía entre la precariedad y el subempleo generados por el modelo anglosajón y el alto índice de paro que sufre el modelo social preconizado por la Unión Europea. En las conclusiones presentadas ayer por los franceses, como presidentes de la reunión de Lille, no se recogió la idea de Chirac. Sólo se dijo que los países industrializados no debían "elegir entre el agravamiento del paro o el de las desigualdades de ingresos", sino "reencontrar un crecimiento fuerte y procurar que la prosperidad sea bien repartida".Robert Reich, el secretario de Estado de Trabajo estadounidense, se refirió a la teoría de la tercera vía como algo a lo que no se oponía si consistía en "más flexibilidad, acompañada de instrumentos sociales". Pero más tarde, en una rueda de prensa, señaló: "No hay primeras vías, ni segundas, ni terceras. Hay una vía que funciona y otras que no". La vía que funciona es, para Reich, la de Estados Unidos. "No es verdad que estemos creando subempleo", dijo el secretario de Estado, "sino al contrario. La gente ve que los nuevos puestos de trabajo proceden del sector servicios, y supone que consisten en servir hamburguesas. Pero no es así. El 60% de los empleos creados en Estados Unidos durante los últimos tres años se sitúan en las bandas salariales altas y corresponden a banca, productos financieros y servicios informáticos", concluyó Reich.

Reich fue sin duda el hombre más influyente en la reunión de Lille, y uno de sus términos más queridos, el de "empleabilidad" de los trabajadores, se convirtió en viga central de las conclusiones finales. Según Reich, hay que acabar con las "políticas pasivas" como arma contra el paro. Las políticas pasivas consisten, básicamente, en el pago de subsidios de desempleo. "Hay que pasar a un nuevo tipo de políticas activas, consistente en dedicar el grueso de los recursos públicos a ayudar al parado a encontrar un nuevo trabajo, a formarle o readaptar sus conocimientos, a darle empleabilidad", explicó ayer el ministro norteamericano. "Y pagar subsidios como último recurso, de acuerdo con criterios individuales y no automáticos", remachó.

La presidencia francesa encontró una fórmula más delicada para transmitir la misma idea: "Es particularmente importante establecer vínculos muy estrechos entre los servicios encargados de favorecer la búsqueda de empleo y los [servicios] encargados de pagar la indemnización de desempleo", decía el texto de conclusiones. En otro apartado de las conclusiones se señalaba que debían emprenderse las reformas necesarias para que "el trabajo pagara". Eso tenía un doble significado: que las cargas fiscales y sociales sobre los sueldos bajos no fueran tan elevadas que desanimaran al empresario, y que los subsidios no fueran tan generosos como para desincentivar al parado a sustituirlos por un sueldo.

Formación profesional

El ministro francés de Asuntos Sociales, Jacques Barrot, agregó por su cuenta que resultaba apropiado "dedicar menos dinero a los subsidios y más a la formación profesional" e invertir especialmente en la "readaptación de trabajadores que pierden su empleo hacia el final de su carrera y dejan prematuramente el mercado de trabajo, lo cual supone una desgracia para ellos y un derroche para unas sociedades que envejecen como las nuestras".

Los países del G-7 apoyaron la medida francesa de aliviar las cargas sociales sobre los salarios más bajos para crear empleo. Insistieron en la necesidad de liberalizar todos los mercados y eliminar reglamentaciones. "Para prevenir y combatir la marginación social, debemos tratar simultáneamente la precarización del empleo, de las remuneraciones, de las prestaciones sociales y de las condiciones de vida", se decía en las conclusiones.

[En España, los sindicatos criticaron la tercera vía defendida por Francia para combatir el paro. CC OO rechazó esta propuesta porque "es un propósito de enmienda del modelo público de protección social, o, lo que es lo mismo, una declaración de voluntad política para proceder a la liberalización progresiva del modelo social europeo", señaló la central en un comunicado].

Sin condena para el trabajo infantil

Francia no consiguió del G-7 una condena de prácticas como el trabajo infantil, relativamente frecuentes en Asia. Pero sí logró, con el apoyo de Estados Unidos, incluir en las conclusiones una referencia a la necesidad de establecer "normas sociales fundamentales en todo el mundo" como complemento imprescindible a la liberalización del comercio internacional. Los siete se comprometieron a "proseguir con las políticas de apertura de intercambios, ya que contribuyen a acrecentar la prosperidad, el empleo y, sobre todo, los puestos de trabajo mejor remunerados". Para tal fin, instaron a los ministros competentes a "mantener la dinámica de liberalización del comercio dentro del cuadro de la Organización Mundial del Comercio" en la reunión que, en diciembre, se celebrará en Singapur.Pero, acto seguido, los ministros del G-7 subrayaron la importancia de "reforzar las normas sociales fundamentales a través del mundo y estudiar las relaciones entre esas normas y el comercio internacional", y mostraron su "interés" ante los estudios que sobre esa posible reglamentación social mundial preparan la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La delegación de Estados Unidos precisó, sin embargo, que en principio se oponía a que "las vulneraciones de los derechos humanos y sociales fundamentales" fueran castigadas con sanciones. "Muchas veces, las sanciones comerciales refuerzan las prácticas condenables y, por el contrario, el incremento del comercio y la riqueza tienden a eliminar lacras como el trabajo infantil, el trabajo forzado o la falta de libertades sindicales", dijo el ministro de Comercio de EE UU, Ron Brown.

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