_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

"Roast beef"

Cada vez que pienso en las llamadas vacas locas me voy por los cerros del secreto de Estado para hacerme un pis. Resulta que, al parecer, las vacas están enfermas porque sus cuidadores violaron su código alimentario con el afán de hacerlas más rentables. Los animales no querían dejar de ser herbívoros y rechazaban los piensos cárnicos. La solución fue introducírselos directamente en el estómago. Cuando se comprobó la extensión de la enfermedad, se convirtió primero en un secreto entre ganaderos y veterinarios, para alcanzar poco después el rango de secreto de Estado, que para eso están los secretos de Estado, para vender carne dulterada, de personas o vacas, engañar a los ciudadanos del propio Estado y a continuación a los demás Estados imbuidos del principio del secreto de Estado.Ahora resulta que hay que aplicar la pena capital a miles de animales, pero nada se dice de las responsabilidades contraídas por ganaderos, veterinarios, traficantes, políticos, estadistas todos, que han convertido una repugnante operación de lucro en una razón de Estado. No pido para toda esa gentuza, en la que incluyo a los más altos dignatarios del Reino Unido, la misma pena que van a recibir las vacas, pero tal vez sería conveniente una vasectomía profesional y política para que nunca más vuelvan a manipular la salud de los animales y las personas. Pedía Bobbio en Destra e sinistra que reflexionáramos sobre nuestra relación de dominio sobre los animales, desde la evidencia de que son nuestros esclavos absolutos y a casi todos nos los comemos. Tratemos de comérnoslos con un cierto respeto a su condición de perdedores en la gran batalla por la hegemonía del reino animal. No añadamos a su tristeza ya genética el riesgo de caer en manos de estadistas como Margaret Thatcher o Major, que no respetan nada. Ni siquiera el roast beef.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_