González en Europa

LOS QUINCE despidieron en la cumbre de Turín a Felipe González en el que era su último Consejo Europeo, con salvas de honor. Las palabras del canciller alemán, Helmut Kohl, reconociendo la dedicación y el entusiasmo del presidencia saliente español venían a oficializar lo que praticamente todos los medios de opinión han venido subrayando: durante 13 largos años, González ha sido un líder europeo que seguirá contando en la política comunitaria.A lo largo de estos años, Felipe -como también le llamm sus homólogos del cónclave de líderes- ha encarnado habitualmente lo mejor de la vocación europea de España. Las contribuciones españolas a la Unión Europea han sido importantes: de la política mediterránea a los incios de una estrategia latinoamericana, de la ciudadanía europea a la concreción de la cohesión territorial y socíal. Todas llevan el sello de un González que supo entender que la mejor defensa de los intereses nacionales sólo podía hacerse desde la plataforma del progreso de los intereses europeos.

González actuó en Turín como el hombre de Estado que ha demostrado ser la escena europea. Pidió a sus homólogos que dispensen a su sucesor el mismo trato que a él mismo y minimizó las inquietudes de algunos por el inmediato futuro de la gobernabilidad de España. Así, no hizó otra cosa que cumplir con su deber y ganarse dignamente el sueldo, cierto. Pero en este caso resultaba más difícil: devolver más de un insulto y más de una tenaza recibida transformándolos en gesto positivo que facilita la labor del rival no ha sido, por desgracia, la tónica (le la última legislatura. Es de esperar que estos nuevos comportamientos sirvan además para ayudar a disolver el complejo de persecución que anida en la política española, combatir la sensación de que el único adversario aceptable es el enemigo muerto e impedir la vuelta al cainismo que la transición quiso desterrar.