"En la calle hay mucho 'niñato' que bebe y viene a molestarnos"
Casi todas las noches, desde hace un año, Fernando (nombre ficticio) acude a descansar un rato al centro de Fúcar. Esas horas son un remanso en su de ambular callejero.A sus 35 años, este madrileño del Pozo del Tío Raimundo lleva década y media enganchado a la heroína, y ese largo noviazgo ha hecho mella en su físico. Duerme "desde hace demasiado tiempo" en el pasadizo del metro Banco de España, en portales o en el Retiro, y no traga con la idea de ir a un albergue. "He oído hablar mal de ellos, y los horarios no van conmigo afirma.
Fue otro toxicómano que despliega junto a él su saco de dormir quien le habló del centro. "Tenía que haber más sitios así, lo único que echo en falta es que no haya duchas", matiza este viudo con un hijo adolescente al que no ve.
"Antes de existir este lugar estaba todavía más horas en la calle, donde hay mucho niñato que bebe y viene a molestarnos, luego vas a la policía y al verte con esta pinta no te hace ni caso", añade.
"A los los drogadictos nos culpan de- todo, pero yo veo que muchos toxicómanos piden dinero y no lo roban, y que, normalmente, los alcohólicos son mucho más agresivos que nosotros, que sólo estamos tensos con el mono", concluye este veterano conocedor de centros de desintoxicación sin planes de futuro.
Manuel, un sevillano de 31 años, intenta a pelo dejar de fumar heroína. Fuerte, limpio y vestido informal, a simple vista nadie pensaría que lleva cuatro años durmiendo en la calle y que es heroinómano desde su adolescencia."Hay que cuidarse"
"Hay que cuidarse", afirma. Y lo cumple: hace un mes consumía gramo y medio de heroína, y, por su cuenta, ha bajado la dosis. "Pero necesito ayuda y aquí me la dan", afirma. Ha solicitado su ingreso en el programa del CAD de Latina y el albergue de San Isidro, que le asegurará tratamiento y techo.
"A mí no me asusta el trabajo, he estado empleado en la construcción cuando consumía más, así que bien podré hacer algo una vez desenganchado", añade. Su propio hermano, camello, fue quien le ofreció la primera papelina.
Pedro, de 48 años, se considera "un drogadicto atípico", ya que empezó a fumar heroína con 44 años, una edad un tanto tardía.
"A mí nadie por la calle me tacharía de drogadicto, yo me cuido [casi parece un yuppie] y tengo una mujer, de la que ahora estoy separado, y tres hijas, que son razón suficiente para dejar esto", explica. "El problema es que muchos chicos que vienen aquí no tienen ningún aliciente en sus vidas o no piensan en él, y así es muy difícil dejarlo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Narcosalas
- Consumo droga
- Alcoholismo
- Heroína
- Drogodependencias
- Rehabilitación médica
- Consumo alcohol
- Adicciones
- Drogas
- Lucha antidroga
- Tratamiento médico
- Madrid
- Narcotráfico
- Ayuntamientos
- Comunidad de Madrid
- Comunidades autónomas
- Delitos contra salud pública
- Administración autonómica
- Enfermedades
- Administración local
- Medicina
- Delitos
- Problemas sociales
- España
- Administración pública