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La afluencia al primer cobijo para toxicómanos sin hogar supera todas las previsiones

El único centro que ofrece cobijo, intercambio de jeringuillas y atención sanitaria y social a drogodependientes, sin ser un servicio de desintoxicación ni un albergue para dormir, ha tenido una mayor acogida de la prevista. Por este local de la calle de Fúcar (Centro) han pasado en los primeros 12 meses 618 toxicómanos sin hogar, cuando se esperaba medio millar. La empresa Alma-Ata, adjudicataria de este centro municipal nocturno, asegura que, por ahora, pueden atender sin problemas a los usuarios. Pero la afluencia de drogodependientes ha obligado a limitar los servicios de comida y descanso.

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"No es tu casa, pero sí un refugio". José Alberto Conde, un gallego de 24 años heroinómano desde los 13, explica así lo que supone para él este centro, al que ha empezado a acudir casi todas las noches desde hace dos meses. "Aquí puedes estar tranquilo y ver la tele, que es algo que me gusta mucho", añade este joven, hijo de toxicómano."A los albergues no voy porque tienen horarios muy rígidos, estaría bien que abriesen alguno más flexible, pero sé que es complicado porque sin horarios no hay quien duerma", apostilla este hombre, que duerme desde hace años en la calle.

Conde ha conocido varias comunidades terapéuticas religiosas y ha salido trasquilado. "Bien está abandonar la droga, pero ¿por qué se empeñan en que dejes el tabaco y las mujeres?". "A mí me interesaría lo de la metadona, pero hay muy pocas plazas y necesitas que alguien te controle las tomas, cosa difícil cuando vives en la calle", matiza. Malvive vendiendo pañuelos y ve su futuro "muy negro".

"A mi pueblo no voy a volver por ahora porque en un sitio pequeño es una cruz ser toxicómano, y mi madre bastante tiene con mi padre y con sacar adelante a mi hermana pequeña; le llamo cada mes y le digo que voy tirando, pero nunca le cuento que estoy tan mal", concluye.Mejorar condiciones

El objetivo de este centro es mejorar las condiciones de vida de los consumidores de drogas más deteriorados y evitar problemas de saltida pública mediante el intercambio de jeringuillas y el reparto ¿le preservativos.

Los drogodependientes llegan, intercambian las jeringuíllas, recogen preservativos y acuden al médico, al abogado (un voluntario) y a la asistente social si lo desean. En una pequeña habitación comen un bocadillo, con leche y galletas. Muchos acceden a la sala común, donde hay sillones, juegos, revistas y una televisión. Se puede descansar, pero no dormir.

Para acceder a este recinto, abierto de seis de la tarde a ocho de la mañana, no hace falta documentación, ya que muchos drogodependientes sin techo carecen de ella. Sólo se exige no consumir drogas en el local y no comportarse con violencia.

Cada martes se celebra una asamblea, en la que el equipo del centro -tres educadores, dos sanitarios, un médico, una trabajadora social y un coordinador, ayudados por voluntarios y traba adores sociales en prácticas- plantea planes y problemas.

Los usuarios aportan en la asamblea sus sugerencias. Por ejemplo, están interesados en que se organice un taller de primeros auxilios para saber qué hacer cuando un conocido tiene una sobredosis u otro problema de salud por la droga. Se han montado otras sesiones sobre formas de pincharse más higiénicas, enfermedades de transmisión sexual... El objetivo es siempre reducir los daños.

No es que estos trabajadores sociales desistan de que los drogodependientes se desintoxiquen. Simplemente, se intenta mejorar la situación de quienes, por el deterioro alcanzado, por las intentonas fallidas o por deseo propio, no están en fase de desengancharse. Si algún usuario desea dejar de consumir, le envían al centro de atención de Latina, a través del cual puede conseguir una plaza en el albergue municipal de San Isidro, donde dormirá durante el tratamiento.

Se pretende tender un puente entre los toxicómanos más alejados de las redes asistenciales y los servicios sociales y sanitarios que atienden a toda la población. Así, si precisan atención sanitaria, se les envía a centros municipales de salud y a hospitales públicos, a pesar de que hayan perdido la cartilla de la Seguridad Social. La trabajadora social les remite a asociaciones como CEDIA o Marillac para resolver sus problemas de falta de documentación. Una asignatura pendiente, pero no sólo del centro, sino de toda la red asistencial, es la falta de plazas de metadona.La afluencia de usuarios ha obligado a establecer un cupo de acceso a la sala de estancias. En cuanto alguien pasa 15 días sin aparecer por ella se le da de baja y se permite la estancia a otra persona. Otros servicios, como el intercambio de jeringuillas o la asistencia sanitaria, no tienen ninguna limitación.José González, coordinador del centro, cree que en un servicio como éstos todo lo que se ofrezca es poco. "Hablamos de personas con múltiples carencias; si alguien pregunta si habría que ampliar el servicio o crear más, la respuesta es siempre sí, pero, por ahora, podemos prestar una atención digna", explica.

"No se puede decir que exista lista de espera para las estancias, aunque, a veces, por ejemplo con los fríos invernales, había demasiada gente en la sala", añade la concejala de Servicios Sociales, Elena Utrilla, asegura que aún es pronto para hablar de una posible ampliación de este servicio o de la creación de nuevos dispositivos similares. "Primero vamos a ver cómo se consolida lo que hay explica.El 90% de los usuarios del centro son varones con una edad media de 30 años. El 73% no han estudiado más allá del graduado escolar, y en algunos casos, ni eso. El 77% ha tenido algún tipo de problemas con la justicia. Consumen drogas múltiples, sobre todo heroína y cocaína, combinadas con alcohol.

El 75% de los drogodependientes que acude al local utiliza la vía intravenosa para consumir. De ahí la importancia de que el servicio más utilizado sea el de intercambio de jeringuillas. En un año se han entregado 22.035 hipodérmicas usadas.

Los mismos usuarios han planteado como sus principales carencias: la falta de un sitio donde dormir (71%); la carencia de recursos propios para alimentarse (69%); las dificultades para obtener ropa limpia (60%) o un lugar para asearse (54,5%). El 40% no tienen carné de identidad y el 55,6% carecen de cartilla de la Seguridad Social.

La empresa Alma-Ata recibió esta adjudicación municipal en 1995 por 46 millones de pesetas. El contrato, en el que ahora participa la Comunidad de Madrid, se ha prorrogado hasta junio, pero existe la voluntad política de mantener el centro. Sus usuarios desean que se abran más.

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