El confesor cinematográfico
El éxito conseguido con su segunda película Cinema Paradiso (1988), tanto en el Festival de Cannes como en los Oscar, convierten a Giuseppe Tornatore en uno de los nombres más conocidos del actual cine italiano. Sin embargo, tanto la melodramática Están todos bien (1990) como el personal policiado Pura formalidad (1994) tienen una mínima repercusión.Esto hace que en El hombre de las estrellas, de nuevo premiada en el Festival de Cannes, vuelva a los orígenes de su mayor éxito. Una vez más narra una historia con una base sentimental, llena de elementos cinematográficos y que se desarrolla en su Sicilia natal. No obstante, por culpa de un guión demasiado poco elaborado, que tarda demasiado en arrancar, los resultados quedan lejos de los atractivos planteamientos.
El hombre de las estrellas
Dirección: Giuseppe Tornatore.Guionistas: Fabio Rinaudo, Giuseppe Tornatore. Fotografía: Dante Spinotti. Música: Ennio Morricone. Italia, 1994. Intérpretes: Sergio Castellitto, Tiziana Lodato, Leopoldo Trieste. Estreno en Madrid: cines Vaguada y Madrid.
Auge del neorrealismo
En esta ocasión, Tornatore narra una historia ambientada en la posguerra, en el momento del máximo auge del neorrealismo, cuando cualquier persona con un mínimo atractivo podía convertirse en una gran estrella cinematográfica. El personaje central es un pícaro que recorre pueblecitos sicilianos con una camioneta y un pequeño equipo cinematográfico, haciendo pruebas a quienes le pagan 1.500 liras y prometiéndoles gloria y fortuna.
Enamorado de su idea y su personaje, durante una primera parte demasiado larga, Giuseppe Tornatore los desarrolla por lugares de una gran belleza, mientras los más diversos tipos se confiesan ante la cámara. Este bloque inicial, que se sitúa a medio camino entre el documental y la ficción, es tan largo que parece que la película sólo va a consistir en el enfrentamiento de muy diferentes gentes con la cámara en busca de la gloria.
Sin embargo, en la segunda mitad de El hombre de las estrellas todo cambia. El pícaro, el peculiar confesor cinematográfico, finalmente se ve involucrado en una de las historias que le cuentan, no tiene más remedio que dejar su frialdad a un lado y comienzan a ocurrirle cosas. Debido a ello el final es mucho mejor que el principio, pero aquél pesa en exceso sobre éste en el resultado final.
Con el tiempo, Giuseppe Tornatore se ha convertido en un hábil realizador, mucho mejor que guionista, y su película tiene momentos de una gran belleza bastante dañada por un doblaje imposible que iguala los diferentes dialectos y acentos que la enriquecían. Muy bien defendidos por un eficaz Sergio Castellitto, un gran actor poco conocido en España, y por la debutante Tiziana Lodato, la excelente fotografía de Dante Spinotti y la habitual buena música del famoso Ennio Morricone.
Babelia
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