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NUEVO MAPA POLÍTICO

La cara de la negociación permanente

Javier Casqueiro

A Rodrigo Rato, uno de los tres vicesecretarios generales del PP, se le ha puesto "cara de negociación permanente". Así le observa en broma el propio José María Aznar, del que se ha convertido en uno de sus mejores amigos y en su reforzado número dos indiscutible tanto en el partido como en el probable Gobierno. Rato, un abogado de 46 años y de familia adinerada, ejerce de liberal al refinado estilo británico tanto en sus maneras políticas como en su peculiar estilo en el vestir o en su distanciado sentido del humor. Sus colaboradores le destacan por su constancia. Sus adversarios le reconocen aplomo y encaje. Todos, que gana encanto en la proximidad.Este momento complicado que vive la política española es el espacio de Rodrigo Rato. El último portavoz del PP en el Congreso ha vadeado la suficiente oposición por los pasillos de la Cámara Baja como para diferenciar los inevitables encontronazos dialécticos profesionales del agradable trato personal, que cultiva incluso con ministros y diputados del partido socialista. Eso sí, nunca minutos antes de un debate, parlamentario o televisivo, donde se concentra en amarrar todas las esquinas de cualquier réplica.

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Los miembros más cercanos de su equipo le piropean como un hombre trabajador, eficaz, inteligente y humano, incluso hasta detallista. Estos días de negociación, en los que Rato prolifera comidas, cenas y conferencias telefónicas con los portavoces de todas las formaciones políticas, están poniendo a prueba esas promocionadas cualidades y su figura. Pero él afronta esta presión con mucho mimo. Hasta ahora ha acudido a los encuentros tranquilo y sin papeles. Ha conversado, de todo y especialmente de nada.

Algunos de sus interlocutores políticos se han sentido algo desconcertados ante esta parsimonia del negociador del PP. Esperaban más concreción. Rato lo ve de otra manera. "Este proceso va para muy largo, incluso para finales de mayo". Está seguro de que España se puede coger vacaciones de Semana Santa con cierta tranquilidad porque hasta después, de ese parón "no se acelerarán las negociaciones". Rato se plantea estos contactos como una partida de domino o de póquer. "Aquí nadie quiere poner la primera ficha o carta sobre la mesa porque sería como descubrir el juego y ése es el primero que tiene que ceder". Harto de poner en práctica durante las últimas legislaturas él arte del consenso para asuntos menores ahora ha llegado al escenario de la verdad. Y no lo quiere echar a perder. No se le escapa una filtración. Entiende que negociar con transparencia no es lo mismo que informar de cada llamada que recibe o hace. Cumple con jornadas diarias de 16 horas de trabajo, con mucha lectura de papeles, especialmente económicos. No en vano está llamado a desempeñar en un hipotético futuro Gobierno del PP las más altas responsabilidades en esta materia.

En los "felices sesenta", cuando era un estudiante, vivió una larga temporada en la californiana universidad de Berkeley, donde cursó un master económico. De ese periodo norteamericano le quedó su preocupación por las tareas profesionales, al margen de otros cuchicheos vitales o sentimentales.

Rato es ordenado en el despacho y familiar en su casa y los fines de semana estudia asuntos pendientes en su famoso chalé del pueblo madrileño de Carabaña. Hasta ese molino restaurado -ahora desbordado de esa agua que en los años de sequía reclamaron algunos vecinos- se traslada la mayoría de sus jornadas de descanso, muchas con Aznar como principal invitado. Allí, con sus dos Ángeles, su hija y su esposa -ésta, en las últimas semanas de un nuevo embarazo-, aprovecha para practicar footing o para montar en bicicleta. Aprecia la comida casera, como los huevos con chorizo, pero también se cuida bastante, especialmente con sesiones de yoga. En campaña ni prueba el vino.

Cuando quiere relajarse acude al cine o algún concierto. Una de sus películas favoritas es Sed de mal, de Orson Welles. Es conocida su pasión por la música, sobre todo la moderna. Estuvo en una reciente actuación de Van Morrison en Madrid y en su discoteca no faltan los mejores álbumes del pianista de jazz Keith Jarret o del guitarrista de blues B. B. King.

No es un maniático de la ropa, pero le ocupa su imagen. Viste corbatas y trajes de marca y dice que también de El Corte Inglés. Estéticamente, en cualquier caso, lo que más le resalta son los cuellos italianos de sus arriesgadas camisas, que no cambiará por mucha animadversión que despierten entre sus asesores.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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