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Un argentino explotaba a sus niños como boxeadores.

Juan Jesús Aznárez

Animados por su padre, tres hermanos de seis, siete y ocho años boxearon el pasado sábado con los ojos vendados en un ring de la ciudad argentina de Bariloche: cuando uno encajaba un puñetazo o caía sobré la lona, los más de 200 espectadores adultos jaleaban y arrojaban monedas. Los chavales recogían las propinas al terminar la pelea que, arbitrada por el padre, acababa al desplomarse uno de los críos rendido o fuera de combate. El Consejo del Menor no descarta retirar la patria potestad a Ladislao Orozco, el padre."Para mis hijos esto es entretenido, algo sencillo", se defiende Orozco. "Yo no los quiero hacer boxeadores. Mientras los chicos están en el ring yo estoy alrededor; además, con la tela que les coloco pueden ver". Insiste en la ausencia de interés: "Con esto busco una pequeña enseñanza. Lo hago para que tiren unos golpes al aire. Lo tomamos como un pasatiempo para los espectadores".

Un testigo comenta que, cuando fallaban los golpes lanzados por los hermanitos y éstos perdían el equilibrio, las gradas estallaban en risotas, que eran "gritos enfervorizados" cuando los guantazos encontraban cuerpo. Peleaban sin protección bucal ni casco. El organizador fue el ex-boxeador de 55 años Ángel Cárcamo: "En realidad no fue una pelea. Los chicos no se estropean. Lo entretenido es que como tienen los ojos vendados no se encuentran y, cuando sí, se pegan".

Atilio Alvárez, presidente del Consejo del Menor y la Familia, subraya que el lamentable espectáculo violó el artículo 307 del Código Civil que quita a los padres la patria potestad por malos tratos. "Tener un chiquillo vendado para que se rían los adultos es una infamia para organizadores y público", dice.

En el combate estelar, con rugidos en las embrutecidas tribunas, hubo también otra pelea: sé atizaron dos chicas adolescentes de 16 años.

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