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Dos sociedades paralelas

Hace no demasiados años se discutía en el País Vasco la tesis de las dos comunidades, dando a entender que había dos colectivos con proyectos incompatibles: los que se situaban en la comunidad vasca y los que lo hacían en la órbita de lo español. Mucho habría que decir sobre esta bipolaridad espanol / vasco, y aunque hoy la esgrimen con fuerza no pocos nacionalistas, pienso que la fractura de la sociedad vasca va por otros derroteros en el momento presente. No que la discusión de "lo vasco" y "lo español" haya dejado de darse, sino que el centro de gravedad de la gran dispersión de la sociedad vasca se ha desplazado hacia el binomio pacifistas (pacíficos) versus violentos. Más precisamente, la gran fractura se da entre los que legitiman el uso de la violencia para la obtención de determinados objetivos políticos y la gran mayoría de vascos que estimamos lo contrario.Ciertamente, las cosas son más complejas, y así como es una simplificación abusiva dividir a los ciudadanos en vascos y españoles, como si se tratara de dos colectivos sin ningún punto en común, tampoco cabe separar nítidamente, situando una raya divisoria en el suelo que colocara a un lado de los que legitiman la violencia respecto de los que no la justifican en ningún caso. Pero la percepción de un número cada vez mayor de vascos es que entre "los unos y los otros" hay cada día una distancia mayor, como si estuviéramos en dos galaxias diferentes. Y "los unos y los otros", las "galaxias diferentes", esta vez no se sitúan en los polos vasco versus español, sino en los polos pacíficos versus violentos.

A primera vista cabría decir que hemos pasado de una fractura de carácter finalista o esencialista a otra de signo instrumental, lo que no quiere decir, sin embargo, que la fractura instrumental haya absorbido la esencialista, de signo nacionalista, y menos aún que la haya resuelto. Quiere decir que, en la hora actual, la fractura nacionalista está en sordina, al menos en la gran masa de ciudadanos vascos. Más aún, el hecho de que los violentos intenten, por razones que veremos más abajo, insistir en la independencia y utilicen el término de "españolazo" para (pretender) desprestigiar a los que no comulgan con sus ideas está teniendo el doble efecto de subir al primer plano de la preocupación de la sociedad vasca el tema de la violencia y dejar en sordina la cuestión nacionalista.

En efecto, la sociedad vasca se encuentra ante la ominipresencia de la violencia callejera, realidad casi cotidiana, aunque nos duela tener que decirlo, junto a las impresionantes sacudidas de los asesinatos de ETA, que ponen (le relieve a una importante minoría de esa sociedad vasca que se permite proferir gritos de "ETA, mátalos" a dos metros (le una fila de ertzainas o apedrear a un ciudadano porque disiente públicamente de sus modos de actuar, insultar amenazadoramente a los portadores del lazo azul, zaherir a una pareja (de ancianos porque les han increpado, etcétera, y eso desde hace varios meses. En medio de este clima, no es difícil entender que la inmensa mayoría de la sociedad vasca esté harta y respondan unos, los menos, dando la cara y afrontando el vendaval; otros, tampoco muchos pero peligrosamente en aumento, sosteniendo que, "si somos más, acabaremos con ellos", y la gran masa, no queriendo enterarse de nada pero con la desazón a cuestas y pidiendo en silencio que acabe esto de una vez.

Ahora bien, no hay que olvidar que este clima es propiciado por ETA y su entorno, y, sí alguien tiene dudas, que lea el documento Oldartzen, que sirvió hace poco más de un año como base tanto para realizar un análisis de la situación como para orientar la línea de acción política de HB. Este documento debía ser de obligada lectura para todos los que quieran enterarse de lo que está sucediendo en el País Vasco y venderse a cinco duros en todos los quioscos de España.

Sin embargo, la fractura social, si bien es percibida socialmente como la que diferencia a los violentos de los pacifistas, tiene un fondo que va más allá de los métodos. Es una fractura esencialista, porque lo que diferencia a unos vascos de otros no es solamente que unos aborrezcamos el uso de la violencia en la obtención de unos objetivos políticos cuando otros lo justifiquen, sino que uno de los objetivos políticos de estos últimos es pura y simplemente la subviersión total, la revuelta absoluta de la sociedad; subversión y revuelta de la que la violencia no es solamente un medio, sino parte esencial del mismo, al par que factor de retroalimentación de sus propios militantes, especialmente de los más jóvenes, como se afirma literalmente en Oldartzen, punto 359, cuando se señala que esos procedimientos "han servido para fortalecer posturas personales de forma permanente". Quizá no se ha prestado suficiente atención al hecho de que desde ETA, HB y su entorno, además de insistir en un nacionalismo excluyente que se nutre dialécticamente de la fobia a, lo español, todavía sigue latente un romanticismo revolucionario que, pese a anticuado y reliquia de otros tiempos, no por eso es menos mortífero y aglutinador de tantos despistados nacionalistas que ven al PNV y a EA timoratos, impuros y "traidores" a la caua vasca. Son muy ilustrativas las consideraciones de Orlegi, jefe de mugas de ETA, en una Carta a la que ha tenido acceso El Diario Vasco donostiarra y que publica el 2 de marzo pasado. Podemos leer que, a juicio de este destacado militante etarra, desde la caída del muro de Berlín no se ve "una línea coherente en la proyección de la izquierda debido al fracaso del proyecto mundial, los países del Este, América Latina, etcétera", y añadir que "está claro que nos hemos quedado sin referentes" (de ahí la insistencia machacona en la polaridad vasco versus español). Tras varias consideraciones sobre la inoportunidad de una nueva mesa de Argel y de que la obtención de la alternativa KAS no resolvería sus proyectos revolucionarios, la única solución que se le ocurre es la de "mantener abiertos todos los frentes de lucha" y "trabajar en el campo de las intervenciones... y cuanto más selectivo se sea, tanto mejor". La respuesta ya la conocemos en los asesinatos de Fernando Múgica, de Tomás y Valiente y del ertzaina Doral.

No hay que olvidar nunca que prácticamente al día siguiente de que se produjera la amnistía total de los presos vascos y de que el último vasco por causas políticas saliera de la cárcel, ETA volvió a asesinar. A no pocos se les cayeron las escamas de los ojos en aquel momento, pero todavía hoy día quedan muchos que, cual árbitro de fútbol que lleva gafas de madera en el área de penalti, siguen pensando que con la autodeterminación y con un referéndum al modo de Quebec se habría resuelto el problema del contencioso vasco. Pero incluso con una Euskadi independiente de los Estados español y francés seguirían matando a militares, jueces, banqueros, empresarios, policías, profesores, periodistas y todo aquel que se opusiera a su "proyecto de sociedad" y les pareciera ser un "objetivo suficientemente selectivo".

El manifiesto que hemos avalado cerca de setecientos profesores de las universidades vascas, y doy fe de que muchos quedaron sin firmar por la rapidez con la que se produjo la recogida de firmas, es indicador del punto neurálgico en el que ,se sitúa hoy día el llamado "problema vasco": en ETA y en todos los organismos que conforman el entramado del entorno de ETA que legitiman el amedrentamiento, el hostigamiento a los grupos pacifistas, la quema de autobuses, la extorsión a pequeños comerciantes, la amenaza a miembros de profesiones liberales, el terror en suma, Sí, hay dos grupos paralelos en la, sociedad vasca, dos colectivos que cada día tienen menos puentes entre sí, y los pocos que existen hay que procurar mantenerlos, pero sin falsos equilibrios y sin terceras vías, pues la firmeza democrática no es solamente una exigencia de la dignidad, sino también la mejor de las políticas posibles para construir laboriosa e incansablemente la paz.

es catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto.

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