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Gerardo Vera: "La entrega, en el amor, nos somete a Eros y Tánatos"

El director estrena esta semana una obra de Benet i Jornet

Gerardo Vera, que tras triunfar varias décadas como escenógrafo, se ha convertido en director de cine y de teatro, está ultimando el montaje de su película La Celestina y los ensayos de Testamento, obra de Benet i Jornet, que el próximo jueves se estrenará en él Teatro María Guerrero de Madrid. Ambos textos teatrales son para él historias de amor contemporáneas, aunque escritas con cuatro siglos de diferencia: "La entrega, en el amor, nos somete a Eros y Tánatos", al amor y la muerte, dice Vera.

Después de dirigir en cine La Celestina, película que se estrenará próximamente, con Terele Pávez, Penélope Cruz, Juan Diego Botto y Lluís Homar, en los papeles principales, Vera debuta en la dirección escénica con Testamento, producida por el Centro Dramático Nacional.Entre ambas obras el director ve muchos puntos en común: "Son dos historias total mente modernas que hablan de la fuerza de las relaciones entre Eros y Tánatos, del dolor que produce el amor, un amor en tendido como enfermedad, como pretexto, en el que si se da la entrega total se llega a la destrucción, al destrozo que supone convertir un amor en pasión". Vera guarda un largo silencio y suelta una frase de La Celestina: "¡Hay amor!, dulce nombre te pusieron, que amargas son tus obras".

En Testamento se cuenta la historia de un profesor de universidad homosexual (un sólido y veterano Juan Diego), herido por una enfermedad incurable, que vive sus últimos gestos de amor hacia un alumno del que está enamorado (Armando del Río, joven intérprete que ha empezado a destacar en cine), y hacia su mejor amigo (Chete Lera, prestigiado actor de un teatro ajeno a los circuitos comerciales). "Son seres humanos que me interesan mucho por cómo bucean en sí mismos, la forma en que cambian del inicio al final. Por cómo transmiten esa idea del amor desde el dolor, desde la búsqueda de alguien que nos salve de un sufrimiento casi inasible, que se desarrolla a partir de lo que uno no puede conseguir, a partir de una pasión que acaba como un horror cotidiano". Vera vuelve a utilizar una frase, esta vez de Testamento, para matizar su idea: "Nunca podré atraparte, pero de eso se trata".

El director señala que la obra no cuenta una historia homosexual, ni de un enfermo terminal: "No caemos en el patetismo, no se puede contar la obra a partir de una relación homosexual, porque no habla de ello, de hecho ni Benet i Jornet, ni los que hacen la función, ni yo, vemos la homosexualidad como un problema o como una característica, sólo vemos seres humanos con conflictos; por otra parte la enfermedad la utilizo como metáfora, como algo que deteriora, que produce dolor, de hecho no correspondida. Aquí el hecho de la muerte se convierte en una estupidez, porque termina dando tal sentido a la vida que sirve para crecer".

Intensidad y dolor

La obra, que de alguna manera plantea la importancia de acceder a la intensidad a través del dolor, cuando no se puede a través del placer o el gozo, es considerada por su autor y por el director como esperanzadora: "El caso es no renunciar a la pasión, a la intensidad..., cuando leí que Benet i Jornet definía la obra como optimista pensé, ¡qué barbaridad!, pero reflexioné y es verdad, por eso he montado la última parte dejando claro que los sentimientos cobran una dimensión de la más extrema lucidez..., podría ser una escena melodramática, pero la hemos hecho llena de paz, porque la derrota a veces es un triunfo, sobre todo si uno maneja bien la fuerza de la inteligencia".

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