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La rebelión civil agita Paraguay

Inquietante oferta del Ejército para garantizar el orden

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALRevuelto políticamente Paraguay, y a pocos días de una marcha campesina sobre su capital, las Fuerzas Armadas ofrecieron sus servicios al presidente Juan Carlos Wasmosy "para restablecer el orden interno" cuando sea necesario. La inquietante propuesta del generalato del Cuerpo de Policía y de los tres Ejércitos coincide con la convocatoria a la rebelión civil efectuada por una disidencia del gubernamental Partido Colorado, todavía adicta al lamentable legado del dictador Alfredo Stroessner, exiliado desde 1989 en la ciudad de Brasilia. Sorprendió el respaldo uniformado en ausencia del controvertido comandante en jefe del Ejército, Lino Oviedo, hombre fuerte del país, de viaje en Taiwan, y abierto aspirante a la presidencia en las elecciones de 1988.

La visita de la dirección militar al presidente tuvo lugar este lunes, en el Palacio de Gobierno, en medio de una seria crisis y división del partido oficial que incide en todo el sistema político y se originó a raíz de la quinta suspensión judicial de sus elecciones internas, previstas para el pasado 25 de febrero. La caminata de protesta de los empobrecidos campesinos, que se concentrarán en Asunción el próximo día 15 y cuentan con el apoyo de la Iglesia católica, fue también relacionada con el paso adelante de los generales en el Palacio de Gobierno, leal al Ejecutivo pero turbador al darse en una nación de incipiente democracia, frágil vertebración institucional, 35 años de dictadura y dos siglos de azarosa vida republicana.

Algunos análisis van más allá y citan el malestar de ámbitos castrenses con las excéntricas iniciativas y frecuentes incursiones políticas de Lino Oviedo, quien hace 15 días organizó un multitudinario carnaval en el parque de la República, llamado el Linódromo en memoria de quien promovió su construcción hace poco más de un año. Su trazado es idóneo para las paradas, y la última fue urticante: a ritmo de samba marcharon disfrazados al estilo de los años treinta de Chicago, los comandantes de cuerpos del Ejército, la oficialidad, la tropa y la ciudadanía en jarana. La festiva mascarada resultó poco edificante y levantó críticas pese a las tranquilizadoras manifestaciones de portavoces militares: se trató de un inocente divertimento. "Hubiera sido hasta positivo en una democracia ya consolidada, pero no aquí donde el derrocamiento de Stroessner fue solamente hace siete anos por generales todavía en activo", señala un analista.

Fuentes políticas aseguran que Wasmosy, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, difícilmente puede controlar la conducta de Oviedo, a quien debe su determinante, y denunciado, apoyo en las anteriores elecciones internas del Partido Colorado, en las que Luis María Argaña, caudillo de la corriente "stronista", perdió la candidatura a la presidencia en un escrutinio más próximo al pucherazo que a la transparencia. En aquella ocasión, el general sacó los tanques a la calle con pañuelos colorados en las torretas y no hubo más que hablar. Argaña, presidente del Tribunal Supremo durante la dictadura, insta a la movilización ciudadana y al alboroto al sentirse de nuevo despojado de sus posibilidades.

En comentarios a periodistas paraguayos, varios oficiales no ocultaron, por otra parte, su malestar con el proselitismo de Lino Oviedo en la cabalgata del 21 de febrero. "Fue algo ridículo que perjudicó nuestro prestigio", dijo uno. Las acotaciones constitucionales, que prohiben cualquier intervención política de los institutos armados, no parecen ser suficientes para embridar las cabriolas y aspiraciones del principal mando del Ejército de Tierra. En un acto con funcionarios, se descolgó adivirtiendo sobre la eternidad del Partido Colorado: reinará en Paraguay "per saécula saeculórum (por los siglos de los siglos), guste a quien le guste, moleste a quien moleste, pique a quien pique, chille quien chille".

La oposición no interpretó su discurso como fanfarrón, voluntarista o esperanzado en la adhesión del libre albedrío del electorado al partido donde militan todos los altos militares, sino como muestra del escaso apego del influyente general al pluralismo político y la alternancia.

Lino Oviedo participó activamente en el golpe de 1989 contra Stroessner, pero forma parte de un estamento con escasa tradición democrática y acostumbrado en su cúpula a disponer sobre los civiles, a las prebendas y al rápido enriquecimiento cuando hubo ocasión, muchas durante un régimen que primó los ascensos en función de la lealtad al déspota. La mayoría de los generales de Alfredo Stroessner, incluidos los del Batallón Presidencial, se perpetuaban en el grado taponando la carrera de los coroneles, y son propietarios importantes o latifundistas beneficiados por una corrupción que fue rampante. Alain Rouquie, en su libro El Estado militar en América Latina, explicó que la lealtad se pagó bien durante aquel régimen, y aunque la rapiña se ha atenuado significativamente, el fenómeno todavía perdura a juzgar por los súbitos incrementos en la fortuna de no pocos militares y los casos escuchados en Asunción.

"Sobre todo en un Estado contrabandista como el Paraguay (...). Cada jefe de región fronteriza tiene su especialidad, de acuerdo a la demanda interna o externa y el arbitrio del padrino: harina, aparatos de televisión, automóviles, electrodomésticos, ganado robado, etcétera", escribió Rouquie antes del golpe de hace siete años. "Las muy permeables fronteras paraguayas explican el hecho de que la tolerancia histórica del comercio ilegal se haya vuelto un medio de Gobierno. Es el precio de la paz como diría cínicamente Stroessner, quien sacrifica la economía doméstica en aras de su longevidad histórica".

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