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La lucha por la hegemonía en la izquierda

Desde su llegada a la dirección de Izquierda Unida, Julio Anguita. ha ejecutado todos sus movimientos con un objetivo político prioritario: convertir a su coalición en la primera fuerza de la izquierda.El pretendido adelantamiento de los socialistas se basó en dos pilares: la destrucción política de Felipe González y el desalojo del PSOE de los centros de poder a todos los niveles, municipal, autonómico y estatal.

La combinación de estos dos elementos debía ocasionar el colapso del socialismo español, transfiriendo una gran masa de votantes hacia Izquierda Unida, hasta convertirla en uno de los dos grandes polos de la democracia española, frente al polo conservador del Partido Popular. De esta forma Anguita pretendía obtener, con veinte años de retraso, la salida a la italiana que persiguió Santiago «Carrillo en los albores de la democracia, El paso por el poder del PSOE acabaría por decantar en su contra la tradicional lucha entre socialistas y comunistas, una vez superados los miedos sembrados en el franquismo.

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Anguita ha sometido a una fuerte tensión a buena parte de su base electoral y de los militantes de su coalición para poner en práctica su estrategia. La negativa a pactos con los socialistas en comunidades autónomas, simbólicas de la izquierda como Andalucía o Asturias, bloqueando su gobierno o dejándola en manos del Partido Popular, ha causado amplio rechazo en sus propias filas. No obstante, e¡ recuerdo de los desastrosos resultados para el PCE de los pactos municipales de 1979, que prepararon la explosión electoral socialista de 1982, y la esperanza de que este tipo de medidas serían transitorias mantuvieron en silencio las voces discrepantes. Los escándalos de corrupción y temas como los GAL han servido también para acallar el disgusto de una parte de Izquierda Unida por la concentración de las baterías en Felipe González, olvidándose de José María Aznar.

Sin embargo, el adelantamiento ha fracasado estrepitosamente en estas elecciones generales. Julio Anguita ha encontrado en el PSOE una cohesión interna mas sólida de la esperada. Pero sobre todo se ha estrellado en dos muros: la supervivencia, pese a todo, de Felipe González. Y la imposibilidad de transmitir a los electores la imagen de un partido de gobierno.

La automarginación de Izquierda Unida en el juego para construir mayorías parlamentarias le ha colocado en una situación meramente testimonial. Muchos electores reconocen el componente ético de los planteamientos de Julio Anguita. Incluso simpatizan con su forma de criticar los aspectos más repudiables. de un sistema aquejado de profundos- males. Pero, en cambio, pocos ciudadanos ven a Anguita empuñando los resortes del poder y resolviendo los cuestiones básicas que afectan a la mayoría. Esta impresión ha espoleado a numerosos votantes hacia el PSOE, favoreciendo la apelación de González al voto útil.

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La nueva composición del Congreso de los Diputados coloca en el centro del debate político una hipotética cooperación entre las dos grandes fuerzas de izquierda (entre ambas suman casi el 50% de los votos). Tras veinte años de lucha, los socialistas mantienen una superioridad abrumadora en el terreno de la izquierda. Queda por saber si prevalecerá el autismo mutuo entre sus dos direcciones.

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