Europa, expectante ante la gran exposición de Vermeer en La Haya
Más de 300.000 entradas para visitar la muestra se han vendido por adelantado
El acontecimiento artístico del año en Europa, la que está ya considerada como la últma gran exposición que pondrá el broche final al siglo XX, quedará abierto al público el próximo viernes 1 de marzo en La Haya. Ayer fue oficialmente inaugurada por la reina de Holanda y, tal y como anunció el director del Museo Mauritshuis de La Haya, Frederik Duparc, se han vendido más de 300.000 entradas, una media de 2.500 por día, desde que se pusieron a la venta el pasado mes de noviembre.
La gran retrospectiva de Vermeer podrá verse hasta el 2 de junio. Ante la avalancha de peticiones de entradas, el museo ha decidido ampliar su horario. En un principio, hasta las nueve de la noche y ayer se anunció que en Semana Santa, jueves y domingo de Pascua, hasta las doce de la noche. De las 100.000 entradas a la venta en Francia se han vendido ya 80.000.El Museo Mauritshuis de La Haya ha levantado en la entrada del palacete del siglo XVII una gran carpa que flota sobre el estanque que rodea al edificio para acoger a los más de 400.000 visitantes que espera recibir. La gran exposición de Vermeer procede de la National Gallery de Washington, por donde han desfilado 327.000 personas ansiosas por conocer el secreto de la luz en los interiores que pintó el gran maestro del Siglo de Oro holandés.
Johannes Vermeer (1632-1675) fue un pintor obsesionado por los detalles y nada prolífico en su obra. Se eternizaba ante los lienzos y de su mano no salía más de un cuadro al año, o uno cada dos. Era el precio que pagó por reflejar los más nimios detalles, herencia que probablemente le inculcó su padre, un tejedor de sedas originario de Flandes, que regentaba una posada en Delft y que se dedicaba al comercio de obras de arte. Descubiertas sus dotes pictóricas desde pequeño, inició su aprendizaje como pintor dicen que en el taller de uno de los grandes de la época, posiblemente en el de Rembrandt, aunque los cronistas hablan más de la influencia de Carel Fabritius, el pintor de Delft.
La retrospectiva del siglo es la mayor concentración de vermeers que se haya podido reunir en toda la historia. "Prestar un cuadro de Vermeer no es nada fácil", aseguraba ayer el director del Mauritshuis de La Haya, Frederik Duparc. El coste de la exposición en La Haya ha sido de 532 millones de pesetas.
En el bello palacio, joya de la arquitectura barroca holandesa del siglo XVII, los delicados cuadros de Vermeer ocupan cuatro salas que se inician con las pinturas de escenas de la Biblia, Cristo en casa de Marta y María y Santa Prasidia, primeros lienzos de Vermeer que recuerdan la obra de Caravaggio por los intensos claroscuros. La sala siguiente está dominada por sus primeros cuadros de interior, en los que el maestro de la luz pintó personajes como el de La lechera y exteriores de su ciudad natal, Delft. En las siguientes salas, la Mujer con balanza, Mujer con aguamanil, Dama vestida de amarillo escribiendo una carta o La joven de la perla, conocida como la Gioconda del Norte, son de una sublime perfección. La última sala está dedicada a las pinturas que realizó en los últimos años de su vida (entre 1670 y 1675), como La mujer de pie tocando la espineta.
Varios cuadros han sido restaurados y han recuperado el esplendor que Vermeer supo darles utilizando pigmentos de lapislázuli y arena y han puesto en evidencia la técnica de sus perspectivas: colgaba en el lienzo finas cuerdas para trazar la diagonal, donde quería centrar la mirada del espectador.
Holanda vive una auténtica vermeermanía. Los escaparates rinden homenaje al pintor. El gremio de panaderos ha contribuido con una particular alegoría en forma de hogaza de pan negro, bautizada como Pan Vermeer.
En Delft, la ciudad donde nació, vivió y está enterrado, una exposición, Maestros de Delft, de 80 pinturas realizadas por los contemporáneos del pintor recuerda la influencia que tuvo el arte para una ciudad próspera y comercial en aquel siglo.
Babelia
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