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El libro grande de Aznar

Vicente Molina Foix

Pertenezco sociológicamente a la minoría del voto sumergido, que no quiere decir que seamos personas que decimos que no tenemos voto y luego va y votamos. No. Se trata de los que estamos sumergidos en un "piélago de vacilaciones", que así traducía un vate del siglo XIX el sea of troubles del más famoso monólogo del príncipe Hamlet. Los que, para decirlo más llanamente, no votando a Felipe González nos alegraríamos de que perdiese Aznar, o -lo que es casi lo mismo pero no igual- quienes no pudiendo en conciencia votar a Aznar nos alegraríamos de que el PSOE cayese del caballo de una gobernación paralítica. Ya ven que sí, que es todo un piélago de vacilaciones.Para intentar paliarlo compré Retratos íntimos de José María Aznar, editado por Plaza y Janés y subtitulado Un hombre, un proyecto. La verdad es que pese al tamaño y el peso el libro se deja leer muy bien, siendo más un álbum de fotos comentadas (por Ana Botella, fielmente) que un tratado. He leído bastante últimamente sobre el candidato del PP, y así sé, por ejemplo, que uno de sus escritores predilectos es Juan Benet, insultado poco después de su muerte por gerifaltas del partido que preside, que en arte le encanta Botero, aunque en Arco se desvió al Arroyo, preguntando el precio de un cuadro de este pintor tan magníficamente antifranquista, y que si un hijo suyo se le confesara homosexual "seguiría siendo hijo mío", no aclarando si, después de confesar, el muchacho seguiría por libre o con medicación de la clínica López Ibor. Pero me faltaba pulsar con los dedos la espina dorsal del aspirante. Pues bien, el libro es una gran decepción. Si por un lado tranquiliza ver que Aznar fue en otro tiempo un hombre de su tiempo, al menos el día en que se retrató con pantalones campana, uno termina de leer el poco texto sin poder hallar respuesta a la trascendental pregunta que el escritor Pedro Casals plantea en la introducción: "¿Qué bullirá en las geografías profundas del iceberg de Aznar?".

Cuatro doctores aportan sus textos a continuación, pero recetas, lo que se dice una buena receta, que es lo que yo buscaba para mi piélago, ni el bioquímico doctor Grisolía la extiende. Sólo el doctor Racionero, el único entusiasta de los cuatro especialistas, le llama a Aznar "antídoto" que este país necesita, pero sin auscultar a fondo los síntomas. Sumergido aún en el confusionismo leí al doctor Eugenio Trías, pero sólo encontré un pensamiento de gran confucianismo. Ni el médico, ni el historiador (Powell) ni el filósofo aducen razones para votar o admirar a Aznar, sino puros generalismos en defensa de la alternancia de los partidos en el sistema democrático o sobre el hecho de que una derecha moderna no nos llevará a la barbarie. ¿Qué medicina es ésta cuyos méritos curativos nadie pondera más que como preparado de efectos inoquos que no producirá intoxicación en el enfermo?

La comparecencia de Trías en un libro de estas características ha dado mucho que hablar a mis amigos de izquierda. Leo a Trías con interés y provecho desde los días de su deslumbrante La filosofia y su sombra, y mi interpretación de su alineamiento con el PP es distinta y más optimista -o más egoísta- que la de quienes ven en él a un vendido o a un sabio chiflado. Podrá resultar alarmante que los poquísimos intelectuales serios que apoyan a Aznar lo hagan por defecto, por una antipatía a los socialistas, y por omisión, de toda identificación substancial con ese hombre y ese proyecto que ni el libro de fotos nos deja ver. Pero yo doy un respiro si pienso que, de ganar suficientemente el partido de Aznar, alguien de la categoría de Eugenio Trías puede ser consejero del nuevo presidente, por mucho que el filósofo, en el libro ironice sobre aquellos que como Felipe y Pujol, se han "rodeado siempre de un amplio cortejo de augures, adivinos y astrólogos judiciarios". Con Trías de astrólogo de Aznar, en el papel que parecía encomendado a Rappel o a Octavio Acebes, yo la verdad es que me iría el día 3 más tranquilo a la cama, y sin tomar pastillas.

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