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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Graciosa tristeza

Vive ahora este teatro fragmentado, ligero, cuentista. Hay varias muestras en Madrid: desde el de Botho Strauss en el María Guerrero y el de Sergi Belbel en el Albéniz hasta esta divertida historieta que se llama Amantes y otros extraños, de Renée Taylor y Joseph Bologna: una pareja que nos cuenta unas historias de parejas. Ligeras, graciosas, quizá no profundas pero tampoco enteramente frívolas.Si me dejo llevar por el peso de la obra, de cómo está construida y cómo termina, viene a ser una petición de matrimonio largo y tolerante, a la antigua usanza: sujeta a una desesperación tranquila, convencida de que la felicidad es un asunto que no tiene nada que ver con el sexo ni quizá con el amor, sino con la convivencia y con una conversación apartada de los temas graves o de la busca del absoluto. Soy todavía demasiado joven para conformarme con esa resignación o esa servidumbre, pero comprendo muy claramente que es una salida a este asunto sin resolver.

Amantes y otros extraños

De Renée Taylor y Joseph Bologna. Traducción de Lucina Gil Intérpretes: Eduardo Yagüe, Susana Monje, Teresa Arbolí, Manuel Morón.Vestuario: Lola Trives. Escenografia: José Helguera. Dirección: Manuel Morón. Teatro Alfil.

Esta lección de tolerancia y tristísimo arreglo cotidiano de la pareja mayor, que termina impregnando a otra pareja joven, va precedida de los fracasos y las histerias de otras tres. Francamente, no fracasan las parejas, sino los individuos: como si ninguno pudiera salir de su cápsula. Probablemente nadie pretende salir de su cápsula, y si alguna vez sale puede ser destrozado. Bueno, los entremesillos, los diálogos de chico y chica, son agridulces, divertidos, caricaturescos: hay risas en el público menos del que debía haber para la calidad del espectáculo- que se reconoce y, sobre todo, que reconoce al otro.

Son cuatro actores que llevan en escena sus propios nombres y que actúan sus personajes con el punto de humor que necesita el excelente diálogo, y que saben llevar sin cursilería ni amaneramiento el momento del discursillo final, con su iluminación psicológica correspondiente y su gesto de bondad, sabiduría y aceptación. Manuel Morón, director y actor, narra muy bien los acontecimientos de estas parejas en un sencillo decorado.

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