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La inestabilidad en los países del Golfo complica los planes de Washington en la zona

Nuevos interrogantes sobre Arabia Saudí. Bombas en Bahrein. Un fallido golpe en Qatar. Un clamoroso giro en la historia de los desertores de Irak. De pronto, la escena política en el golfo Pérsico registra sobresaltos que prometen enturbiar su futuro y complicar los esfuerzos de EE UU por consolidar su dominio sobre la estratégica región."Oriente Próximo ha sido siempre una región volátil, por tanto, no hay nada de extraño en todo esto", reflexionaba ayer un veterano banquero occidental con base en Bahrein. Un ejecutivo petrolero residente en los vecinos Emiratos Árabes Unidos (EAU) advirtió, sin embargo, que los acontecimientos recientes abren un periodo de incertidumbre. Su consejo: "No conviene subestimar las presiones de cambio en la zona".

La situación es particularmente delicada en Bahrein, donde la campaña de la oposición shií iniciada hace más de un año ha desembocado en abierto desafío armado al emir Isa Bin Sulmán al Jalifa. Al menos 16 personas han muerto en enfrentamientos con la policía desde diciembre de 1994, cuando la oposición intensificó sus demandas en favor de la liberación de los presos políticos, el retorno de disidentes en el exilio y la restauración de la Constitución, abolida en 1975. Dos atentados con dinamita contra hoteles de lujo y una serie de explosiones en diversos puntos de Manama obligaron hace dos días al Gobierno a sacar tanquetas a las calles y a lanzar una nueva y furiosa campaña de detenciones.

El descontento tiene que ver más bien con la frustración de la mayoría shií frente al incuestionable dominio suní y el sentimiento popular contra la política del régimen que ha convertido al diminuto Estado isleño, base principal de la Quinta Flota estadounidense, en poco más que un gran portaaviones norteamericano en la estratégica y rica zona petrolera.

En el vecino Qatar, el emir Hamad Bin Jalifa acaba de desmantelar una conjura urdida por su padre, el jeque Jalifa Bin Hamad al Tani, que está ansioso por recobrar el poder que su primogénito le arrebató en un golpe palaciego el pasado junio. Al asilarse en Abu Dhabi, desde donde envió su última e incendiaria arenga, el monarca depuesto se ha convertido en un nuevo elemento de fricción entre Qatar y los EAU.

Fuentes diplomáticas aseguran que el emir ha estado elaborando una lista negra con los nombres de líderes árabes que en los últimos meses han hospedado a su padre. Muchos de ellos, se comenta en medios políticos, han obtenido asilo en territorio saudí.

Ése puede convertirse en un factor adicionalmente urticante en las relaciones entre Qatar y Arabia Saudí, una perspectiva nada halagadora para Riad si se tiene en cuenta que el poderoso reino vive en ascuas desde que en enero el rey Fahd, víctima de una embolia cerebral, delegó su poder en su hermano, el príncipe Abdula. A pesar de que el rey dio ayer marcha atrás y asumió de nuevo los poderes, su estado de salud preocupa por el espinoso asunto de la sucesión.

El futuro de Arabia Saudí es vital para Washington, sobre todo ante la incertidumbre que pesa sobre la región y la política de "doble contención" de Irán e Irak. En Irak las cosas han entrado en una fase de fluidez desde que hace dos días retornó el general Husein Kamel Hasan al frente de un séquito de desertores que incluye a dos hijas del presidente Sadam Husein. Nadie sabe con exactitud qué destino espera a los arrepentidos en Bagdad. Mucho menos si Sadam Husein va a utilizar el rocambolesco desenlace de este episodio para demostrar que es invulnerable a las tramas para derrocarlo.

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