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La tímida aparición del movimiento, pacifista en los institutos provoca tensión en las filas de Jarraí

Las piedras lanzadas por sus compañeros del instituto de Hernani contra los alumnos concentrados en silencio tras un atentado y la entrada de encapuchados en un aula de otro punto del País Vasco para intimidar a un estudiante hicieron saltar la alarma. La tibia oposición a la monolítica presencia de Jarrai, la organización juvenil de KAS, en los centros de enseñanzas medias ha provocado en los dos últimos cursos un paulatino incremento de su virulencia, en un intento por mantener su influencia sobre la vida académica. En respuesta, un grupo de profesores ha lanzado un Compromiso por la paz que busca el apoyo de los docentes que quieran acabar con el clima de coacción y hacer de los centros educativos "espacios de encuentro y libertad". Es también un intento de acabar con la inhibición generalizada del profesorado ante el problema de la violencia en Euskadi.El documento nace de la autocrítica ante el pesimismo dominante entre los docentes y la inhihición mayoritaria frente a un problema que se les escapa de las manos. En dos breves párrafos rechazan las actuaciones violentas que "afectan al normal desenvolvimiento de la actividad docente y el libre ejercicio de las ideas y derechos en los centros educativos". Los firmantes del Compromiso por la paz quieren también mostrar su solidaridad con quienes sufren agresiones, y apoyar las iniciativas de la educación para la paz.

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Una didáctica casi inédita

La tensión provocada por Jarrai es irregular en la red de enseñanza. Unos pocos militantes, muy activos y bien organizados, pueden condicionar un centro de 800 alumnos y llegar a disponer a su antojo de sus locales, ante la tibia oposición de un sector del claustro, promover sus movilizaciones sin oposición e impedir la organización de actividades de signo contrario. "Ni informan ni razonan. Parece que repiten un guión", dice una alumna de un Instituto de Barakaldo (Vizcaya). "Mucha gente se muestra pasiva y el resto, acobardada". Las actividades pacifistas merecen el insulto, el calificativo de fascista y el hostigamiento continuado, que llega a plasmarse en carteles amenazantes. Si encuentran apoyo entre los profesores, su capacidad de condicionar la vida en el centro se multiplica. "Someten a una vigilancia asfixiante a cualquiera que se oponga", explica un profesor de Bilbao. "Si el claustro defiende las postura s de Herri Batasuna, no hay solución. El centro es suyo. O te callas o pides el traslado".

Xabier Etxeberria, profesor de Ética en la Universidad de Deusto y ex director de un instituto de Bilbao, cree que la tensión ambiental cierra el paso al debate y a la participación de movimientos pacifistas. "Se ha generado un trasfondo de miedo que impide la toma de decisiones para frenar a los violentos" Etxeberria cree que los enseñantes han tenido una falsa concepción de la neutralidad y que, en la huída del adoctrinamiento de los alumnos, tampoco se les han transmitido unos valores universales mínimos. "La situación en estos momentos es una mezcla de pesimismo y miedo. No hemos sabido enfrentarnos a la violencia política en el ámbito escolar".

La protesta contra la dispersión de los presos de ETA ha provocado la pérdida de decenas de horas de clase. Otras veces, el pretexto es la detención de activistas o cualquier operación policial contra el terrorismo; pero rara vez Jarrai y el sindicato de estudiantes afín, Ikasle Abertzaleak, se moviliza por reivindicaciones relacionadas directamente con la enseñanza. Al ataque y descalificación sistemática de las posturas distantes de su ortodoxia, se unen sus reivindicaciones en torno a la defensa de la lengua vasca, la ecología, o la insumisión, en un esquizofrénico rechazo a lo militar mientras aceptan el militarismo de ETA.

Los promotores del Compromiso por la paz aspiran a conseguir el apoyo de 1.000 firmas y culminar la campaña con unos encuentros de profesores que sirvan para unir fuerzas en la promoción de los valores de la tolerancia y la paz. "Estamos a tiempo de recuperar el terreno perdido, aunque sin olvidar que la solución no está sólo en la educación", añade Etxeberria.

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