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Un país sin guerra agobiado por la pobreza

El Papa llegó ayer a El Salvador, 13 años después de haber realizado su primera visita por la región centroamericana, en marzo de 1983. Entonces El Salvador se debatía en una cruenta guerra civil y el principal mensaje de Juan Pablo II fue una llamada a terminar con la violencia. En enero de 1992 llegó la paz tras una negociación entre los bandos de una guerra que dejó 75.000 muertos, con la infraestructura económica destruida y un millón de exiliados en una población de apenas 5,4 millones de habitantes.Pero el Papa regresa a un país en el que aún prevalecen signos de una agobiante pobreza que afecta al 60% de la población. "Los, problemas sociales persisten con dramática gravedad, haciendo difícil la vivencia cotidiana de la paz. Porque no podemos estar en paz cuando la extrema pobreza, la inseguridad y el desempleo golpean con crueldad a tantos hermanos y hermanas. No es posible vivir en paz si la muerte acecha en los recodos de los caminos y en las calles de la ciudad. No es posible experimentar la paz si no somos capaces de resolver los conflictos sociales mediante la búsqueda común de soluciones realistas y apegadas a la justicia", expresa un mensaje de la Conferencia Episcopal de El Salvador ante la llegada del Pontífice.

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El Papa llego ayer a un país agobiado también por la violencia del crimen organizado y las bandas de delincuentes juveniles, que cometen un promedio de 25 homicidios diarios, lo que sitúa a El Salvador como uno de los países americanos más peligrosos.

Degoberto Gutiérrez, diputado ex guerrillero, advirtió: "Hemos conquistado el fin de la guerra, pero no tenemos paz porque estamos entre los países de más bajo índice de desarrollo. Ojalá no se confunda con el oropel del recibimiento que se le ha brindado".

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