De cómo no matar a Franco
La 2 recuerda hoy los atentados fallidos contra el anterior jefe del Estado
Ante un reportaje histórico televisivo los historiadores suelen sentir bastante prevención. Cuando se les pregunta ante la cámara de vídeo, luego el periodista extrae de la entrevista tan sólo unos retazos, que a menudo suelen ser los más vacuos o los más estridentes y que siempre tienen la peculiaridad de no explicar con todos sus matices lo que el historiador ha querido decir. Pero existe, sobre todo, una cuestión que provoca la radical incomprensión entre historiador y periodista de televisión. Este no parece darse cuenta de que no vale tan sólo con entrevistar a algún supuesto o real testigo, sino que es necesario hacer una investigación documental previa que exige muchas horas y de la que no se sabe si llegará a fructificar en resultados concretos.El reportaje que presenta Llucia Oliva hoy en La 2 (0.15) tiene la doble virtud de haber elegido una materia que, en apariencia, reúne la suficiente cantidad de desconocimiento y de morbo como para interesar y de, además, haber partido de esa necesaria investigación previa. Da la sensación de que se ha empleado mucho tiempo y no poco esfuerzo en realizarlo. Esos, sin embargo, son requisitos previos que, por desgracia, no garantizan el éxito.
Es difícil imaginar una materia tan propensa a la fabulación como los supuestos o reales atentados contra Franco. Basta con comprobarlo en este reportaje, en cuya primera parte hay abundancia de testimonios improbables. Esta afirmación vale de manera especial para los supuestos intentos producidos en Galicia o en Canarias , cuando Franco estaba de guarnición y nada hacía prever que fuera a convertirse en dictador durante 40 años. No se puede pretender la existencia de un atentado sin otro argumento que "la memoria popular", cuando su supuesto autor lo negó, ni tampoco argumentar tan sólo que evitar el paso por una población de izquierdas tenía como motivo precisamente el temor a que se produjera. No basta que un anarquista de La Coruña tuviera ganas de matar a Franco al verle pasear por la noche para designar eso como un intento de atentado. Tampoco la condena a muerte de un falangista radical tiene por qué tener que ver con posibles intentos de asesinato, porque es obvio que siempre resulta bastante más heroico ser fusilado por magnicidio que por estraperlista, cuando ése aparece como motivo oficial de esa ejecución. Por otro lado, resulta evidente que una cosa son los atentados -reales o ficticios- contra Franco y otra muy diferente las conspiraciones políticas acerca de su persona o su régimen. Nada tienen que ver, por ejemplo, todas esas intentonas de escasa verosimilitud con la actitud de los generales monárquicos que quisieron desplazar a Franco en el transcurso de la guerra mundial. Ningún historiador mezclaría hechos tan heterogéneos como ésos en los que además aparecen simples errores de hecho como considerar que Hitler estuvo a punto de invadir España en 1943. En realidad nunca le pasó por la cabeza esa posibilidad sino que cualquier intervención en ella partió de la colaboración con Franco.Mucho más interesante resulta la segunda parte, cuyos protagonistas son los anarquistas de quienes la efectividad real resulta más que dudosa. El intento. de bombardearle en San Sebastián, en 1949, aun real, parece demasiado estrambótico y los de comienzos de los años sesenta, con una curiosa colaboración ETA-CNT, no siempre estuvieron dirigidos de forma exclusiva contra el entonces jefe del Estado. En este punto la investigación realizada resulta de mucho mayor interés, pero el testimonio más convincente es el de un antiguo director general de Seguridad. Todos esos proyectos -cuenta- nacían en medios de oposición que estaban lo suficientemente infiltrados por la policía como para que su peligrosidad fuera escasa o mínima. En eso queda el meritorio esfuerzo de investigación de este reportaje.
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