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Los grandes empresarios apoyan la moneda común pero dudan que se cumplan los plazos

Victoria Carvajal

La gran mayoría de los empresarios y altos ejecutivos que participan en la reunión anual del World Economic Forum en Davos son fervientes partidarios de la moneda única, pero son pocos los que creen que ésta podrá alcanzarse en el plazo previsto, es decir 1999. Frente al reiterativo mensaje "en 1999 o nunca" que lanzan los políticos, un 65% de participantes encuestados está convencido de que la moneda única se aplicará después. Y de lograrse, un 85% cree que estaría formada sólo por un reducido grupo de países. Los industriales culpan a sus gobiernos de no informar a los ciudadanos de los beneficios del euro y de no aplicar las reformas estructurales necesarias para facilitar la unión monetaria.

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Los banqueros y financieros británicos son, como cabía esperar, los que lideran en Davos la campaña contra los plazos fijados en el Tratado de Maastricht. En parte, como reconoce un ejecutivo de un conocido banco de in versiones británico, porque hay temor de que el centro financiero se traslade de Londres a Francfort. Pero más allá de este tipo de argumentos, entre los empresarios europeos representados en Davos crece el escepticismo sobre las posibilidades de que se logre a tiempo la unión monetaria (UEM). Jacques Santer, presidente de la Comisión Europea, Jean-Luc Dehaene, primer ministro belga, Karel Van Miert, comisario europeo, y Klaus Hentsch, presidente del Parlamento Europeo, hablaron ayer con una misma voz: "Si Europa no consigue establecer la unión monetaria en 1999, nunca lo hará". Dehaene llegó incluso a amenazar: "La Europa de después será una dividida en la que no faltarán medidas contra las devaluaciones competitivas". Y Santer remató: "Dudo que el mercado común como lo conocemos en la actualidad sobreviva a un golpe semejante".

Un banquero europeo fielmente partidario de la unión monetaria, Ulrich Cartellieri, miembro del consejo directivo del Deutsche Bank, el mayor banco privado de Europa, advertía ayer en su intervención, junto a Santer, que el proceso de convergencia puede colapsar y que los 18 próximos meses serán una prueba muy dura. Una de las medidas que este banquero cree que pueden salvar a Europa es la unión monetaria entre el marco y el franco en el plazo más breve posible. Sin embargo, el elevado déficit público de Francia (ronda el 5% del PIB) y la resistencia social para aceptar las políticas de ajuste que se necesitan para reducirlo plantea un gran interrogante.

El presidente de la confederación de la industria británica, Brian Nicholson, advirtió del riesgo de fijarse unos plazos muy estrictos para alcanzar la UEM. En su opinión, el fracaso podría tener un impacto en los agentes económicos de absoluta desconfianza en el proyecto europeo que deterioraría aún más el crecimiento económico y el empleo. También defensor del euro, Hans Werner, presidente de Mercedes-Benz, cree que, sin una moneda única, Europa perderá, irremediablemente el tren de la competitividad. "La moneda única es la única manera de que la industria del automóvil alemana compita con Estados Unidos y Japón". Werner responsabilizó de la impopularidad de Maastricht a los políticos, a quienes exigió, en nombre de los industriales alemanes, un mayor liderazgo y una labor de comunicación para cambiar la opinión del ciudadano de a pie europeo.

Carlo de Benedetti, presidente de la empresa italiana Olivetti, quien admitió que Italia no estará en el grupo de cabeza de la unión monetaria, sí defendió una interpretación más generosa *de los criterios de convergencia, en línea con lo propuesto hace dos semanas por el ex primer ministro Giscard d'Estaing, padre del Sistema Monetario Europeo. En un encuentro con periodistas europeos, De Benedetti dijo que la tendencia clara en la corrección de los desequilibrios (déficit y deuda públicos, inflación, tipos de interés, estabilidad cambiaría) debe valorarse por encima del objetivo numérico en sí.

Previamente, ante un grupo de empresarios europeos, De Benedetti calificó de "estupidez total" la idea de que la elevada tasa de desempleo en Europa (11%) se debe a Maastricht y, al igual que Werner, instó a los gobiernos a iniciar una campaña de información sobre los beneficios de la unión monetaria. Abogó también por el lanzamiento de un programa de crecimiento a escala europea, como el propuesto esta semana por la Comisión y que se base en cuatro elementos: total liberalización de los mercados y sectores aún monopolizados, eliminación de las regideces de los mercados laborales, inversión en formación y educación y la promoción de la creación de pequeñas y medianas empresas.

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