El miedo a un vacío de poder
¿Por qué no ha caído el presidente Ernesto Samper? ¿Qué ha hecho que la opinión pública, según reflejan las encuestas, que los agentes sociales (sindicatos y empresarios) y la clase política, casi en masa, le hayan servido de apoyo, hasta hace una semana, durante esta crisis que se hace ya insoportable?Son muchas las razones. La de más peso -dicen los analistas- es el miedo. Desde la primera vez que se pensó en la renuncia del presidente, muchos retrocedieron ante el incierto panorama que planteaba la salida de Samper. Según la Constitución, si se va el presidente, asume el cargo el vicepresidente. Pero ¿no está Humberto de la Calle, actual embajador en España, inhabilitado por haber sido elegido con el mismo dinero del narcotráfico con que salió Samper? Descartado el vicepresidente, la decisión de elegir presidente queda, según la Constitución, en manos del Congreso. Pero un Congreso corrupto, un Congreso que en diciembre estuvo a punto de aprobar un narcodecreto para borrar de un plumazo el delito de enriquecimiento ilícito, ¿qué clase de presidente podría elegir?
Conclusión: mejor malo conocido que bueno por conocer; mejor Samper que abrir la puerta a la incertidumbre y a la posibilidad de una confrontación armada en un país armado hasta los dientes.
Un convencimiento generalizado ha servido de escudo al presidente. "¿Por qué tiene que pagar Samper, si todos han hecho lo mismo?". El propio presidente en su último discurso dijo bien claro la pasada semana: "Esta infiltración [la del dinero del narcotráfico] no comenzó, por supuesto, en la pasada campana presidencial. Es un asunto que lleva varios años...".
Pero, como ocurre en toda crisis interminable, las cosas se fueron enredando al paso de los días y empezaron a dibujarse, cada vez más claros, intereses políticos que tratan de pescar en río revuelto. Hoy se habla de que Samper afronta una conjura orquestada por amigos del ex presidente César Gaviria, amigo del vicepresidente De la Calle, amigos los dos del neoliberalismo feroz. La manguala, como la llama el ministro de Gobierno, busca barrer el matiz social del Gobierno de Samper.
Las continuas presiones de Estados Unidos hicieron enfilar las baterías hacia el país del norte. Hoy Colombia parece dividido entre samperistas y gaviristas; entre progringos y nacionalistas auténticos. Los que han logrado mantener la cordura para mirar desde el centro, a un lado y al otro, conceden parte de verdad a la versión de la conjura y ven la "agresión gringa" en su real dimensión. Las exageraciones forman parte de la táctica orquestada desde el Gobierno, en su afán desesperado por mantenerse.
Hoy, cuando todo el andamiaje que ha sostenido al primer mandatario parece desmoronarse, resulta, increíble que Samper -con sonrisa de hombre que piensa que nada está pasando sigue atornillado a su silla.
El periodista Enrique Santos Calderón dibujó la situación con este interrogante: "O el presidente adolece de un grave problema de desconexión con la realidad, o ha decidido, de manera calculada y fría, aferrarse al poder a cualquier precio. Aun al de hundir el país con él".
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