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Incumbencia

Enrique Gil Calvo

El poder socialista afirma no sentirse incumbido por el procesamiento de Barrionuevo, dado que considera legítimo incluirlo sin prejuicios en sus listas. Y al hacerlo presume que sus electores tampoco se sentirán incumbidos, confiando que carezcan de escrúpulos para votar al presunto inductor de una cuadrilla de linchadores. Esto demuestra la catadura moral que los socialistas atribuyen a sus votantes, tratándolos más como a súbditos colaboracionistas que como a ciudadanos conscientes. ¿Qué coartada se busca, al transferir así su incumbencia los electores? ¿Esperan nuestra complicidad solidaria o nuestro perdón comprensivo? ¿Acaso confían en poder lavar su mala conciencia con ese vergonzante voto sucio?Objetivamente hablando, la inclusión de Barrionuevo en las listas electorales es análoga a la de: etarras como Yoldi en las de Herri Batasuna (si exceptuamos que los etarras se declaran orgullosos autores de sus crímenes, cosa que todavía no han osado hacer los responsables últimos de los GAL). Y aún podría llevarse más allá el paralelo entre ETA y los GAL. En el caso Marey, que ha reabierto la trama, existe una zona oscura: ¿por qué se decidió mantenerlo secuestrado, una vez descubierto el error? Dado que retenerlo ya no debilitaba a ETA, la decisión sólo puede explicarse porque permitía reivindicar en público la acción, por inútil que fuera continuarla.

Se trataba no de luchar contra ETA sino de coaccionar a la opinión pública gala (a fin de forzarla a extraditar terroristas), y para eso igual servía secuestrar a un etarra que a cualquier otra víctima ajena. Así actúa también ETA, cuando igual asesina policías que casuales viandantes: lo que cuenta no es dañar al enemigo sino coaccionar a la ciudadanía. Y ETA no libera a Aldaya por la misma razón que se retuvo a Marey: no importa que pueda pagar o no el precio de su rescate, pues lo único que cuenta es mantenerlo como rehén a fin de seguir coaccionando a la opinión pública vasca.¿Es simétrico el terrorismo de ETA y el de los GAL? Así les gusta que lo parezca a ciertos portavoces socialistas, cuando se quejan de que se trate peor a Vera y Barrionuevo que a los propios etarras, pues alegan en su defensa que sólo se extralimitaron en las acciones a las que se vieron llevados para poder luchar con sus mismas armas contra los terroristas. Pero esta supuesta simetría es falaz. La simetría se daría si, efectivamente, se tratase de una guerra abierta (en la que todo vale, hasta matar y tomar prisioneros) entre el Estado y otro poder soberano, extranjero e independiente. Pero eso mismo es lo que les gustaría hacer creer a ETA, que justifica sus crímenes por su unilateral declaración de guerra, formulada desde la inexistente independencia soberana que reivindica. Por lo tanto, aceptar la simetría entre GAL y ETA, asumiendo la lógica de la guerra, es lo mismo que reconocer las razones de ETA y su derecho a la independencia.

Pero no hay tal simetría. No se trata de un enfrentamiento entre dos bandos equiparables, pues lo que les separa no es el campo de batalla sino la valla de la ley: de un lado, sus servidores, cuya función es imponerla y hacerla respetar; y del otro sus infraciones, que además de desafiarla pretenden subvertirla y desautorizarla. Por lo tanto, ¿cómo creer comparables sus respectivas acciones criminales, por simétricas que parezcan? Es cierto que tan muertas están unas víctimas como las otras. Pero si un terrorista comete un crimen, sólo está cumpliendo el destino criminal que ha elegido como propio, mientras que si una autoridad pública comete un crimen, o autoriza que se cometa, no sólo está cometiéndolo sino que además está destruyendo el imperio de la ley que constituye su única razón de ser, con lo que sirve así a los mismos fines antilegales que los terroristas persiguen.

Fue Marx quien definió la asimetría de la ley: ¿quién vigila al vigilante? Algo que un socialista no debió olvidar nunca.

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