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America Latina, a un año del 'tequilazo'

La reciente crisis financiera no ha desviado a la región de los duros planes de ajuste

Juan Jesús Aznárez

Levantisco contra el gobierno en el empobrecido norte gaucho, el cura español Jesús Olmedo distribuyó munición de grueso calibre entre los huelguistas creyentes de una provincia argentina. El claretiano se incendiaba en una tribuna sindical: "El ajuste es satánico y perverso y hay que destruirlo. El pueblo ya está aguantando mucho. Jesús enseñaba que el ídolo de la plata y el dinero hay que destruirlo". Más moderados, los gobiernos de la América Latina vapuleada por el tequilazo modifican aspectos de sus programas, aún se tientan la ropa, mantienen los procesos de apertura y las privatizaciones, y adoptan cautelas para evitar nuevas sorpresas. Lo peor parece haber pasado y mejoran, con reservas, las expectativas de crecimiento de una región con luces y sombras.Gran parte del capital privado atraído por las altas retribuciones ofrecidas por las dinámicas bolsas de valores y emisiones de papel de los grandes bancos y empresas regionales levantó el vuelo espantado por el estallido del 20 de diciembre de 1994 en México. Aguantó la inversión directa establecida con planes a medio y largo plazo.

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Recuperar la confianza exterior

Desarrollar anticuerpos

La masiva fuga de capitales registrada a principios de 1995, con destino final en colchones, paraísos fiscales u otros mercados emergentes, convenció a los gobiernos latinoameranos sobre la necesidad de desarrollar anticuerpos propios: el principal es no agotar en la financiación de los gastos corrientes los millonarios ingresos obtenidos por las privatizaciones, -Argentina, 11.000 millones en efectivos por este concepto-, y muy al contrario, promover el ahorro interno y reducir el coste del crédito privado para no depender del exterior. Cómo lograrlo es otro cantar y la mayoría de los analistas discrepan sobre el resultado final de los planes emprendidos.En su conjunto, y teniendo como referencia los buenos años precedentes, acaba de concluir uno desfavorable para América Latina aunque Chile vaya a terminar éste con un crecimiento de siete puntos, y Perú y Brasil le pisen los talones. No registran tales éxitos México, que pugna por encontrar un norte seguro, Argentina, tratando de salir de la recesión, Venezuela, que salta de un plan a otro sin detenerse en ninguno y confía en la apertura petrolera, o Ecuador, frenado a mitad de camino por una de las peores crisis políticas en su reciente historia.

Datos estadísticos indican que en 1995 la renta per cápita se estancó, aumentó el paro, disminuyó el flujo de capitales, la inflación continuó controlada hasta índices mínimos históricos y no se observa una reducción de las desiguales rentas de ricos y pobres. Al contrario, crece la separación amenazando la estabilidad social. La consolidación económica de América Latina, favorecida por la democratización de sus gobiernos, el mayor intercambio regional desde Centroamérica al Cono Sur, con el Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) como agrupamiento de más éxito, dista de haberse logrado definitivamente.

La nueva entrada de dinero es generalmente cauta, se cubre más las espaldas y exige garantías temiendo reacciones imprevistas en países todavía muy dependientes de factores externos, apenas salidos del hoyo, como en Centroamérica, o con cambios estructurales de altos costes sociales aún pendientes, un sistema bancario frágil, y poderes judiciales subordinados o corruptos. El populismo o paternalismo estatales atenaza a Uruguay, y el Gobierno de Caracas, reacio hasta hace un año, negocia ahora un ajuste progresivo con el Fondo Monetario Internacional. Cuba se abre lo imprescindible para sobrevivir sin democracia.

Cierto es también que de los 450 millones de habitantes de esta parte del mundo, cuya balanza comercial experimentó en el último ejercicio un prometedor incremento del 20% sobre el anterior, según los balances oficiales, forman legiones los dispuestos a secundar la belicosa convocatoria del cura Olmedo porque en nada se han beneficiado de los éxitos macroeconómicos. Pero son mayoría, sin embargo, los latinoamericanos votantes de los gobiernos que los consiguieron con ajustes dolorosos aunque generadores de un mejor funcionamiento en la mayoría de las empresas estatales ahora privatizadas. La cuenta de resultados de la empresa privatizada argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) es un ejemplo a escala de otras realidades: 30.000 despedidos y más de 700 millones de dólares este año en beneficios brutos.

Los planes de estabilización monetaria fueron agradecidos por el grueso social, fundamentalmente, por su eficacia contra la hiperinflación del pasado, más onerosa con quien menos recursos tuvo para maniobrar frente a la vertiginosa alza de los precios. Ese fenómeno, acentuado todavía por la ausencia de alternativas programáticas percibidas como sólidas en las respectivas oposiciones políticas, fue más claro en Perú, Argentina y Brasil. La tasa media de inflación regional entre agosto de 1994 e igual mes de 1995 cayó del 1.120% al 25%, la más baja en los últimos 25 años.

Lo peor ha pasado

Y un dato del declive: el aumento del PIB regional previsto para el año que acaba de concluir es del 1,5% y en 1996 se espera que se sitúe en el 3,6%, según el banco de inversiones estadounidense Salomon Brothers. Entre 1990 y 1994 se alcanzó un promedio del 3,7%. Se calcula que para reducir eficazmente el nivel de pobreza es preciso crecer más de un 4%. Mientras tanto, los economistas convencidos de que el pico de los efectos tequila y tango alcanzó ya su máxima intensidad, sostienen que la duración y daños causados por las dos crisis financieras no han sido tan graves como se temió de compararse con las desgracias sobrellevadas en la década de los ochenta, consecuencia de un endeudamiento exterior salvaje. El 31 de diciembre, la deuda total de la región llegará a los 545.000 millones de dólares, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Este organismo pronostica un crecimiento de siete puntos para Perú y Chile, entre el 3% y el 5% para Bolivia, Brasil, Colombia, Perú y gran parte de Centroamérica y el Caribe y cero para Argentina, Uruguay y Venezuela.

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