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ÓPERA

Plácido Domingo y las nuevas voces

La gala de Reyes, celebrada anoche en el Auditorio Nacional, ha alcanzado en su sexta edición una especial brillantez. Como es tradicional, asistieron los Reyes de España, el príncipe de Asturias, la infanta Cristina y los duques de Lugo. Plácido Domingo no sólo ofició toda la velada, sino que además cantó casi constantemente y sin casi excelentemente en unión de los premios y finalistas del Concurso Operalia 95, fundado por el tenor madrileño.

Tras un recuerdo a Falla, al iniciarse el año cincuentenario de su muerte, con la segunda suite de El sombrero de tres picos, bien tocada por la Orquesta Sinfónica de Madrid bajo la dirección de Enrique García Asensio, la noche mantuvo un alto nivel operístico a lo que se añadió el interés del público por conocer nuevos valores jóvenes de la lírica internacional. Todos ellos son dignos de aplauso y tienen ante sí una clara carrera de éxitos. El bajo español Miguel Ángel Zapater, derrochó nobleza de acento y gravedad de expresión al lado de Domingo en el dúo de Fausto, de Gounod, autor sobre el que volvería nuestro tenor en otro dúo con la soprano portorriqueña Ana María Martínez, una voz de gran belleza y un temperamento de delicados matices.Con Donizetti y su Elixir de amor, Domingo hizo salir a la soprano coreana Sung-Eun-Kim, una artista de gran impostación lírica y dramática y con el dúo final de Carmen, la mezzo griega Dimitra Theodosiu enalteció el personaje de Bizet en una versión que unió fuerza dramática y elegancia. Todavía la Theodosiu, Zapater y Plácido nos brindaron el trío de Hernani de Verdi, del que también escuchamos arias a Zapater y Carmen Oprisanu. De Puccini cantó la soprano coreana el sueño de Doreta, de La rondine.

Tras los justos y prolongados aplausos y después de escuchar en ópera a un Plácido Domingo en plenitud, se dedicaron unos minutos de atención a la zarzuela: Madrileña bonita, de La del manojo de rosas de Sorozábal y el dúo de El gato montés, de Penella antes del ya acostumbrado cierre con La marcha de los gavilanes, de Jacinto Guerrero.

La gala satisfizo a todos y clavó en muchas memorias los nombres de unos jóvenes artistas que mañana mismo serán estrellas. Ojalá que puedan pisar, sin gran tardanza, el escenario del renovado teatro Real.

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