Dini tiene futuro
ITALIA NO se cansa de ser diferente, y por ello, no debe sorprender a nadie que su primer ministro, Lamberto Dini, dimita precisamente en vísperas del día en que debiera hacerse cargo de la presidencia de la Unión Europea. Tampoco podía comportarse de otro modo. Su dimisión por estas fechas era una noticia cantada desde el día de octubre en que, para lograr la abstención de los comunistas en un voto de censura que hubiera podido hacer caer el Gabinete antes de lograr la aprobación de los presupuestos de 1996, Dini reiteró que dimitiría antes del Año Nuevo.Europa ha acogido sin inquietud el cumplimiento de la promesa y el consiguiente plus de incertidumbre que se abre en el panorama político del país llamado a ser anfitrión de la conferencia de revisión del Tratado de Maastricht, convocada en Turín para el próximo mes de marzo. Por un lado, es sabido que la Administración italiana está acostumbrada a las crisis y que no funciona ni mejor ni peor si hay o no Gobierno. Pero se da, además, la paradoja de que el futuro de Dini nunca fue tan boyante como ahora.
Su figura sale reforzada frente a la confusión en que se debaten unos partidos incapaces de aprovechar la tregua declarada el pasado mes de enero, tras la caída del Gobierno de Silvio Berlusconi, para completar las reformas institucionales susceptibles de permitir la formación de mayorías parlamentarias más estables. En estás circunstancias inciertas, que en el caso del todavía líder del centro-derecha, Silvio Berlusconi, lo son aún más como, consecuencia de sus problemas judiciales, parece prácticamente imposible que el Parlamento, en el debate de la próxima semana, decida abrir una verdadera crisis. La hipótesis de que en Italia se celebren elecciones en febrero parece, por ello, totalmente descartable.
Pero ocurre que, incluso en ese supuesto, debido a la capacidad que ha demostrado para atraerse la confianza del italiano medio, Dini representaría una baza importante que los dos bloques querrían incluir en sus estrategias. Con mayor motivo, parece el candidato ideal para dirigir un. nuevo Gobierno de tregua o la prórroga del anterior durante el semestre comunitario, que, alternativamente, se perfilan como salidas más probables.
Influye en estas previsiones el hecho de que a ningún político le gustaría tener que responsabilizarse del recorte presupuestario de casi tres billones de pesetas promovido por Dini para el próximo año, y menos aún de los casi siete billones de pesetas que el Estado italiano deberá economizar en 1997, si quiere seguir declarando su pretensión de incorporarse a la Unión Monetaria desde el primer momento.
Acostumbrado a que la prensa italiana le caricaturice como un sapo, Dini tiene menos problemas, para tragarse el batracio que le ha tocado en suerte. A cambio, los líderes políticos estarán seguramente dispuestos a tragarse el sapo del mantenimiento de la fórmula de un Gobierno independiente de los partidos. Claro que, en italiano, la expresión "tragarse un sapo" se traduce como "besar al sapo", y Dini puede esperar que, con el tiempo, uno de esos besos le convierta en príncipe.
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