Felicidades
Me despertó un lamento que no supe de dónde venía, y al poco de intentar localizar su origen yo mismo me sorprendí llorando. Así que me levanté a beber agua. Cuando iba por el pasillo se abrió la puerta del maletero y cayó una bolsa de plástico con adornos de Navidad antiguos. Parecía un estómago digeriendo serpentinas. Sin duda, me había sentado mal la cena. Sobre la mesa de la cocina había un periódico atrasado. Leí que en Holanda, desde la despenalización de la eutanasia, se había triplicado el número de personas que solicitaban morir. La eutanasia se hace muy popular donde la legalizan, pero la legalizan poco. El mismo sujeto que en China tendría problemas para nacer, aquí puede tener problemas para morir. Todo son desajustes.Regresé al pasillo, recogí el estómago de la Navidad y lo guardé en su sitio mientras fingía dudar si habría sido más ventajoso pertenecer al área cultural de los países que prohíben nacer o de los que prohíben morir. De este modo me defendía del miedo porque el pasillo a esas horas se convierte en el callejón de un suburbio. Un hombre despierto es un sujeto fuera del sistema: un engranaje averiado, un peligro para sí mismo y los demás. Regresé a la cama, imaginé que era chino y que no se me había permitido nacer. La idea me relajó y comencé a aflojarme hasta que se oyó un golpe en el pasillo, como si el estómago de la Navidad se hubiera desprendido otra vez del cuerpo del armario. Alguien lloraba en algún sitio. Entre unas cosas y otras, resultaba imposible aceptar la sugestión de no haber nacido, así que imaginé que estaba vivo y, dado que los vivos duermen, me dormí, pero soñé que era europeo y que se acercaba la Navidad. Me desperté aterrado, hice averiguaciones, y resultaron ser ciertas las dos cosas, así que felices Pascuas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.