Nueva visión de Dvorak por Yo Yo Ma
Es frecuente la alusión a los míticos Casals y Rostropovich en las notas biográficas de Yo Yo Ma, quien tocó anteayer en Madrid con la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, dirigida por Rohzdesvenski. Después de escuchar al violonchelista chino-francés-estadounidense (París, 1955) se advierte la inconveniencia de tales citas y no tan sólo por cuanto pudieran tener de extremada pretensión sino porque no cabe una versión más distinta del Concierto de Dvorak que la de Rostropovich y la de Yo Yo Ma.Cuenta Casals una curiosa anécdota que le sucedió con el director Edouard Colonne en París. Al poner en su atril la partitura del Concierto de Dvorak, exclamó: "Vaya mierda de música"; "¿está usted loco?" -respondió el joven Casals indignado- "Sabe usted que Brahms la consideraba una obra maestra?". La respuesta del maestro no se hizo esperar: "¡Brahms, otro que tal!". Casals con toda lógica cortó el ensayo y suspendió su actuación. Esto que parece raro, y además lo es, constituía moneda corriente en el país que vivió el joven Casals y hasta el mesurado Falla sentía entonces gran prevención por la música de Brahms.
Orquestas del Mundo
Real Concertgebouw de Amsterdam.Director: G. Rohzdesvenski. Solista: Yo Yo Ma, violonchelo. Obras de Dvorak y Prokofiev. Auditorio Nacional. Madrid, 8 de diciembre.
Buena enseñanza para juzgadores apresurados y críticos de aventura, pues pocas páginas se interpretan con mayor éxito que el Concierto en sí menor. y escasos autores gozan del prestigio y la popularidad del genial hamburgués. Lo que molestaba en Francia, por aquellos años, era el germanismo de Dvorak, tan sobrevolado en su gran concierto gracias a su aliento lírico, brillante, melancólico y poderoso, firmemente enraizado en la tradición y el mismo ser de Bohemia.
Yo Yo M, a diferencia de Casals y Rostropovich, entiende esa sustancialidad nacional de Dvorak a su manera: suaviza los tonos, intimiza el discurso con refinada sutileza. Y de germanismo, lo menos posible. En suma, hay que olvidar a esos dos grandes y a otros para escuchar con oídos nuevos el Dvorak de Yo Yo Ma y admirarlo en cuantas bellezas contiene. Aunque el trabajo de Rohzdesvenski y la soberbia orquesta holandesa fue de categoría, parecía adivinarse una íntima disparidad de criterio entre la batuta y el solista.
En la segunda parte, la Sinfonía número 5 en si bemol, de Prokofiev, de fuerte impulso humanístico, precisión formal, originalidad melódica y singularísima orquestación, fue atendida por Rohzdesvenski en su valor decisivo: la continuidad. La versión, especialmente brillante, venció el ánimo de la audiencia sin dar lugar para pensar si además le había convencido. También nos dedicó un bis que fue un par de fragmento de Romeo y Julieta del mismo Prokofiev.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.