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Un acto de reconocimiento histórico

Durante la guerra civil española, unos 40.000 o 45.000 hombres y mujeres, procedentes de 50 países distintos, vinieron a España con el objeto de defender a la República española contra la rebelión militar, y de forma más general, con objeto de frenar el avance del fascismo internacional antes de que fuera necesaria una guerra europea general para salvar al continente de la conquista nazi. La mayoría de los voluntarios sirvieron como soldadas en las Brigadas Internacionales, pero también hubo un número 'considerable de médicos y enfermeras y de pacifistas que trabajaban como conductores de ambulancias y técnicos sanitarios.La mitología del franquismo despachó a todas estas personas como comunistas o víctimas del comunismo. Al igual que la mayoría de las mitologías políticas, ésta tenía un grano de verdad, esto es, que, a fin de viajar a España, atravesar fronteras ilegalmente, recibir armas y formación militar, los voluntarios dependían ciertamente de los buenos oficios de los diversos partidos comunistas y de la Unión Soviética.

Las razones de esa dependencia no se debían principalmente al amor por José Stalin, aunque muchos fueran comunistas y compañeros de viaje con una visión candorosa de lo que realmente era la vida en la Unión Soviética. El motivo abrumador era la desesperación ante el fracaso de los poderes democráticos para oponerse a un fascismo manifiestamente agresivo. Entre enero de 1933, cuando llegó al poder, y la primavera de 1936, Hitler destruyó completamente todas las instituciones democráticas de Alemania y dio pruebas inequívocas de su determinación de rearmar e imponer su Gobierno dictatorial, mediante la guerra o mediante la paz, sobre todo él continente europeo.

Pero como veterano de la I Guerra Mundial, Hitler también sabía que la única cosa que Alemania debía evitar era otra guerra con dos frentes.

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En vista de sus claras amenazas, la Unión Soviética había propuesto una estrategia de seguridad colectiva: una alianza militar defensiva entre Rusia y las democracias occidentales que impediría eficazmente que Hitler iniciara la guerra, dado que sabría que tendría que enfrentarse a una resistencia militar tanto en el frente oriental como en el occidental.

Sin embargo, los Gobiernos democráticos de la época prefirieron apaciguar a Hitler en lugar de formar una alianza defensiva con la Unión Soviética. Cuando los generales españoles se levantaron contra la República en julio de 1936k, Hitler y Mussolini se apresuraron a prestarles ayuda militar, y dos meses después, los soviéticos decidieron ayudar al Gobierno republicano. Mientras tanto, las principales potencias democráticas, que, de acuerdo con las leyes internacionales y por su propio interés, debieran haber vendido armas a la República y haberla apoyado en los foros internacionales, optaron por el embargo. Ellas, por tanto, crearon la completa dependencia de los Gobiernos de Largo Caballero, y más tarde del de Negrín, de la Unión Soviética como única potencia dispuesta a vender armas a la República; y entonces ellas acusaron a esa República de ser una camarilla comunista. La combinación de su propia mala conciencia, la propaganda fascista y, más tarde, la mitología franquista condujo al falso estereotipo de los voluntarios luchando por el comunismo en lugar de en defensa de la democracia.

Hasta la muerte de Franco, la gran mayoría de los veteranos de las Brigadas Internacionales no quisieron visitar España, pero con la instauración de la democracia en 1977-78, empezaron a llegar en tropel al país que habían llevado en su corazón durante 40 años, y donde nadie que reconociera el acento de su medio olvidado español y catalán les dejó pagar sus propias copas. En 1986 y 1989 muchos encontraron difícil de entender que el Gobierno del PSOE no celebrara los aniversarios, pero la mayoría se dio cuenta de que esos actos podrían volver a dividir un país en el que el Gobierno democrático todavía estaba lejos de estar firmemente establecido.

El 28 de noviembre de 1995, las Cortes pidieron al Gobierno "reconocer la nacionalidad española, por carta de naturaleza", a los veteranos sobrevivientes que desearan obtenerla. La iniciativa procedió de la izquierda y del PNV, pero a ella se adhirieron calurosamente CiU, el PP y el Grupo Mixto. No es probable que muchos hombres y mujeres octogenarios se trasladen ahora a España, y no se debe exagerar la importancia simbólica de este acto generoso. Simplemente, ha llegado el momento en que una legislatura democrática y ejecutiva, presidida por un rey y una reina de convicciones democráticas, puede, reconocer por consenso los motivos de los voluntarios extranjeros, y, por implicación el profundo significado de la guerra civil.

Permítanme concluir recordando mi propia opinión y, esperanza, publicada en Estados Unidos en 1965, en México en 1966 por el editor exiliado Juan Grijalbo, y en España en 1976: "Es un terrible dilema humano, repetido, que a veces los hombres no tienen más elección que someterse a la tiranía o luchar en una guerra que con toda probabilidad destruirá muchas de las instituciones que ellos trataban de defender. En julio de 1936, el pueblo español se encaró con la alternativa de sumisión o resistencia. Escogió resistir... Fueron vencidos, pero no humillados en sus almas. La grandeza moral de una República generosa y de una lucha titánica por la libertad servirá bien a su espíritu en el futuro".

es historiador.

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