Taiwan: una bomba de relojería en el este asiático
Se ha tendido a presentar la actual tensión entre China y Taiwan como un elemento secunclario en la espiral de deterioro de las relaciones chino-estadounidenses. La decisión que EE UU tomó en junio de conceder un visado al presidente de Taiwan, Lee Teng-Hui para que visitara la Universidad de Cornell, donde había estudiado, llevó la situación a su punto álgido. A medida que la democracia arraiga en Taiwan, a China le preocupa cada vez más que las perspectivas de reunificación con la isla disminuyan. El futuro de las relaciones entm China y Taiwan podría ser la mayor amenaza a la paz y a la estabilidad en el este de Asia. La irritación de China con EE UU se deriva en parte de la sensación de que Washington ha quebrantado las promesas que secretario, de Estado norteamericano, Warren Christopher, hizo en abril a su homólogo chino, Qian Qichen. Pero las feroces críticas chinas indican mucho más que un resentimiento pasajero.La visita del presidente Lee marcó un cambio en la política estadounidente, iniciado ya con la decisión, anunciada en septiembre de 1994, de hacer progresar, aunque de manera modesta, las relaciones con Taiwan. Esa mejoría consistiría en dar un carácter oficial a determinados contactos, si bien siempre a bajo nivel diplomático. Si Washington hace concesiones A Taiwan, otros países le seguirán. Por eso China condenó más ruidosamente la visita de Lee a EE UU que otras anteriores incursiones de la presidencia taiwanesa en el sureste de Asia.
Lee ha declarado que será candidato a seguir en el cargo en marzo de 1996, cuando éste se decida por vez primera por voto popular directo. Pero el prestigio interno generado por la visita a EE UU no sólo ha sido importante ante la contienda electoral, sino también por las elecciones legislativas que se celebraron el pasado sábado y que, aunque por la mínima permitieron al Kuomintang (que gobierna en Taiwan desde 1949) mantener su mayoría absoluta en el Parlamento.
Aunque China se muestra profundamente suspicaz ante las intenciones del Kuomintang (KMT), está todavía más alarmada por el aumento del apoyo popular al opositor Partido Progresista Democrático (PPD), que matiza ahora su objetivo de declarar la independencia unilateral al afirmar que, a todos los -efectos, Taiwan ya es independiente. Si el PPD llegara al poder, el inestable status quo se vendría abajo. China sigue insistiendo en que algún día se reunificara con Taiwan y en que prefiere hacerlo por métodos pacíficos. Es casi seguro que una declaración de independencía forzaría a China a reaccionar con energía.
Las legislativas del pasado sábado se celebraron después de que el PPD obtuviera buenos resultados en las elecciones locales de 1993 y 1994 (en 1994 logró, entre otras, la alcaldía de Taipei). China reforzó su actitud amenazadora efectuando ejercicios estratégicos frente a la isla rebelde.
China no quiere que Lee obtenga un mandato popular en las elecciones del año que viene. En 1993, los expertos consideraban al presidente taiwanés la mejor esperanza de contener al PPD y evitar que el KMT -que está profundamente dividido- se autodestruyera, Lee lidera una corriente mayoritaria en el partido dominiada por los miembros de la mayoría nativa -el 85% de los habitantes de Taiwan, cuyas raíces en la isla se remontan a varias generaciones, y no sólo a la inmigración desde el continente durante los años cuarenta-.
Incluso después de que miembros destacados del partido no pertenecientes a la corriente mayoritaria abandonaran la organización para formar el Nuevo Partido, seguía existiendo en el Kuomintang una influyente ala continental conservadora. Pero desde entonces China parece haber perdido toda su fe en las afirmaciones de Lee de que sigue comprometido con la reunificación. Al contrario, le consideran un activista de tapadillo a favor de la independencia.
Algunos políticos taiwaneses del Nuevo Partido alimentan los temores de China al acusar al presidente Lee de conspirar para declarar la independencia tras las presidenciales. Afirman que Lee aprovecharía la oportunidad que se le presenta en marzo de 1996, cuando se cree que obtendrá el mandato popular, y el 1 de julio de 1997, en que Hong Kong volverá a la soberanía china. Según el Nuevo Partido, Lee piensa que durante ese periodo China no querrá desestabilizar Hong Kong emprendiendo acciones drásticas contra Taiwan.
China no quiere ir a la guerra con Taiwan. Hacerlo descarrilaría el proyecto de modernización económica más ambicioso de su historia. A una escala menor, tampoco, quiere dañar irreparablemente sus vínculos con Taiwan. Se calcula que unas 25.000 empresas taiwanesas han invertido hasta 20.000 millones de dólares en el continente, y el comercio bilateral en 1994 superó los 15.000 millones. Pero, igual que en el caso de Hong Kong, a China le preocupa que la democratización lleve consigo la autodeterminación. En Hong Kong, el Reino Unido, ha permitido que se reprima la evolución democrática. En Taiwan, donde no hay una potencia colonial, la comunidad mundial ha fomentado y recompensado un avance espectacular hacia el pluralismo político.
Washington está dividido etre su apoyo a los gobiernos democráticos y su deseo de buenas relaciones con Pekín. China también está dividida. Desea un crecimiento rápido y necesita un entorno internacional libre de problemas. Pero, en la transición hacia la era pos-Deng, su Gobierno es débil e incapaz de hacer concesiones en cuestiones que considera cruciales para su soberanía.
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