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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El cuento de un solitario imaginario

Uno nunca sabe

Autor: Roberto Fontanarrosa.

Adaptación teatral: Gustavo Garzón. Iluminación: Ramón Loredo.

Espacio escénico: Gabriel Carrascal. Vestuario. Félix Ramiro.

Intérpretes y directores de escena: Angel de Andrés e Iñaki Miramón.

Madrid, teatro Muñoz Seca.

El pasado lunes fue el Día del Solitario, y el teatro Muñoz, Seca les llevó a ver la representación de Uno nunca sabe, a la que dio carácter de estreno.Los solitarios no lo son tanto: pertenecen a asociaciones de diversa índole, donde se frecuentan entre sí. Están deseando divertirse: las carcajadas con que llenaron la sala del teatro Muñoz Seca eran sonoras; sobre todo las femeninas, como en toda broma de carácter sexual.

El estreno tampoco era auténtico. El verdadero estreno ya se había celebrado, en plena vorágine del Festival de Otoño, y pasó inadvertido. Injustamente: es una obra cómica y, un poco triste, un cuento muy bien escrito del humorista argentino Fontanarrosa (poco o nada conocido en España) convertido en diálogo; o quizá en dos monólogos.

En la primera parte es, un actor (Iñaki Mirámón) el que lleva el peso, y el otro le sirve de interlocutor; y en la segunda parte corresponde llevar al último (Ángel de Andrés López) el protagonismo. Los dos personajes me recordaban otras actuaciones solitarias, como las de Pepe Rubianes, con un humor parecido,

Quizá lo escrito es más fino o delicado que lo que se representa: los dos actores, excelentes en el género, cómico, se animan el uno al otro y los dos se calientan con un público tan reidor y llegan a todos los extremos de lo desopilante. Interpretan dos personajes imaginativos: su ensueño es el sexo, y sus descripciones son casi una másturbación intelectual, en la que participa mentalmente el público.

Merece la pena, en efecto, que esta representación no pase inadvertida: siendo menor, está por, encima de las mediocridades cotidianas, incluso las que tienen mejor voluntad de género. Los solitarios y los acompañados gozaron con este espectáculo.

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