Ida y vuelta
EL PRESIDENTE del PNV bajó al llano el lunes tras haber pasado el domingo en el monte. En la clausura dominical de la asamblea de su partido, Xabier Arzalluz había atronado el teatro Arriaga de Bilbao, con severas advertencias a diestro y siniestro, incluyendo la exigencia al Ejército de que dejase de ser un obstáculo frente a eventuales aspiraciónes vascas, como el ejercicio de la autodeterminación. Ayer, precisó que consideraría "un disparate" plantear un referéndum de autodeterminación en los próximos años, reafirmó la valided del Estatuto de Gernika y se refirió con sensatos comentarios a la reciente consulta de Quebec.Hace ocho años, en el mismo escenario, Arzalluz pronunció un discurso cuya voluntad integradora no pasó inadvertida. En tono autocrítico se refirió a cierta concepción sectaria que negaba la condición de vascos, o al menos de vascos de primera, a los no nacionalistas. También descalificó la obsesión de otros sectores nacionalistas por la autodeterminación ("para plantar berzas", dijo que la querían algunos). Se habló del espíritu del Arriaga para referirse a lo que parecía el inicio de una perestroika nacionalista.
El PNV había sufrido por entonces una, escisión y el grupo desgajado, encabezado por Garaikoetxea, había llegado a situarse en las elecciones europeas del año anterior, a 15.000 votos de distancia. Aquel discurso fue el marco del Gobierno de coalición PNV-PSOE y del Pacto de Ajuria Enea. El resultado fue que en dos años el PNV recobró la hegemonía: 174.000 votos de distancia sobre EA en las autonómicas de 1990. Al mismo. tiempo se afianzaba la adhesión de la población vasca al Estatuto -incluida la derecha tradicional- y se iniciaba el declive electoral y aislamiento social del mundo radical.
Desde hace algunos meses, ese espíritu integrador se ha agrietado y el tono se ha hecho más agresivo para los demócratas que no comparten el ideario nacionalista que para los violentos que sí dicen compartirlo. Desde el "tememos más a España que a ETA" a la sorprendente descalificación del estatuto ("ya no es punto de unión entre los partidos vascos"), los mensajes de estas últimas semanas parecen destinados a minar las bases fundamentales del Pacto de Ajuria Enea. Afirmar que la violencia sigue presente porque algunos se forran con la lucha antiterrorista habrá aliviado la conciencia de los secuestradores de Aldaya: los culpables de la prolongación del secuestro no son ellos, sino los funcionarios corruptos y los empresarios que se niegan a pagar.
En cuanto al espíritu del Arriaga, Arzalluz dío el domingo que era de ida y vuelta: también los españoles y los vascos no nacionalistas deben reconocer la existencia del nacionalismo, y su mayoría social. Sin embargo, ese reconocimiento es el que hace la Constitución y se plasma en el estatuto. La mayoría nacionalista es lo que ha permitido gobernar al PNV desde 1980, unas veces en solitario y otras en coalición
La autonomía es el rosultado de un pacto entre los vascos y los demás españoles por el que se reconoce a los primeros su derecho autogobierno. Contraponer ese autogobierno, realmente existente a los fueros, como hizo Arzalluz el domingo, es sembrar la confusión. Los fueros carecen de sentido fuera del marco del antiguo régimen. Su carácter mítico ha permitido interpretaciones en clave federalista, como la del joven Unamuno, o en clave provincialista, copio la de algunos. sectores de la derecha tradicional; la reintegración foral era, para Sabino Arana, equivalente a independencia, pero, el nacionalismo maduro, de las décadas siguientes la identificó con el autogobierno: "El derecho histórico de los vascos a legislarse, a regirse, a gobernarse y a administrarse a sí propios".
El resultado de tanta confusión está siendo un desconciertó de la población proporcional a la euforia de los vándalos. Por eso, si era una autocrítica, la declaración de ayer de Arzalluz fue muy oportuna.
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