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Tribuna:CINE EUROPEO: EL ESTADO DE LAS COSAS
Tribuna
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La estepa alemana

Como tantas veces, el horror llegó con aspecto inocuo. Las palomitas de maíz, las bufandas, los juguetes y las pegatinas precedieron al bombardeo masivo del Rey león, que alcanzó en las navidades de 1994 el punto culminante de su incursión con casi setecientas copias. Alrededor del 18% de las salas de cine alemanas estaban, bloqueadas por una película que tuvo más éxito que ninguna y que al mismo tiempo iluminó cegadoramente la ultura estepa de la cultura cinematográfica alemana. La situación es paradójica. A los dueños de salas de cine les va bien en general, pero al cine alemán le va mal. En 1994 se contaron en las taquillas 130 millones de espectádores, con lo que la Alemania reunificada se ha convertido en el mayor mercado de Europa. El balance presenta la situación habitual: un 81,7% de la cuota de mercado corresponde a películas estadounidenses, un 8,8% a la producción nacional.Es cierto que la película de Sönke Wormann Der bewegte Mann en español, El hombre que se mueve) contó con cinco millones de espectadores, y que la comedia de Doris Dörrie Nadie me quiere y, alguna que otra película más tuvieron un éxito moderado; pero, en la inmensa mayoría de las 57 películas alemanas que en 1994 consiguieron llegar hasta las salas el director podía saludar personalmente a todos los espectadores.El intento de explicar a un público extranjero la miseria del cine alemán supone algo más que un problema de traducción. Nunca se sabe si la exposición terminará en tragedia o en farsa. Un colega francés, por ejemplo, que no sepa alemán, conocerá sin embargo la palabra Länderförderúng, (fomento por parte de los länder o Estados federados). En ella se juntan la estructura y la desgracia. El concepto significa que la cultura es competencia de los länder, y las únicas instancias suprarregionales son la sección de fomento cinematográfico del Ministerio del Interior federal y la Oficina de Fomento Cinematográfico, una entidad pública.

En general, las películas alemanas surgen como resultado de una carrera de obstáculos a través de diversas burocracias. Cuando por fin se consigue juntar un presupuesto con fondos procedentes de los distintos länder, muchas veces el proyecto ha quedado obsoleto. Lo que en otras partes se llama industria cinematográfica es en Alemania un triste conjunto de empresas de tamaño medio presididas por las cadenas públicas de televisión. El cine alemán depende del dinero de la televisión como un paciente moribundo de su suero. La consecuencia inevitable son los compromisos estéticos.

Mientras en Francia se producía una enérgica resistencia contra el GATT, en Alemia se enmendaba la ley de fomento del cine. Todo siguió como estaba: sólo hubo un par de actuaciones y correcciones cosméticas. Se sigue regando con cuentagotas un paisaje que se agosta, y cada land cultiva su propio huertecito. Las últimas iniciativas de los länder de Renania del Norte-Westfalia, Berlín y Hamburgo suponen una reacción. La reestructuración, el aumento de los presupuestos, la insistencia en la rentabilidad y la eficacia muestran la audacia de la desesperación. Hasta ahora todavía no hay resultados interesantes.

Al menos es posible confiar cautelosamente en un auge de la pequeña industria. Pero el afán con que los nuevos responsables repiten la cantinela de la "viabilidad comercial" hace temer que las producciones más pequeñas, los primeros intentos de directores jóvenes, se queden sin fondos a medio plazo.

A quien recorra hoy el petrificado panorama cinematográfico alemán le resulta muy difícil imaqinar que aqui se hacían películas que tenían éxito en los festivales internacionales. A Vincent Canby le daría escalofríos oír su antiguo pronostico publicado en The New York Times, de que los años ochenta podírían convertírse en la década del cine alemán. ¿Qué ha habido después de Fassbinder? Ningún heredero, ni siquiera un epígono. Desde la perspectiva actual, la muerte de Fassbinder en 1982 aparece como el final de una era. ¿Dónde están Werner Herzóg, Wim Wenders, Völker Schlöndorff? Herzog negocia en Estados Unidos un proyecto sobre Hernán Cortés, Wenders camina por sendas cristianas y desde el punto de vista comercial, está en el umbral del reconocimiento del público: sólo 35.000 espectadores han ido a ver Lisbon story, su última película. Out-break en cambio, la película de su colega emigrado a Hollywood Wolfgang Petersen, fue vista, por más de dos millones. Y Schlöndorff, que de todas formas hace ya años que se marchó a Estados Unidos, dirige el estudio Babelsberg. Pero parece más bien improbable que lo devuelva a su antigua grandeza con la versión del Erlkönig de Tournier que esta realizando.

Por supuesto, hay una Katja von Garniet (cuya Abgeschminkt se vendió en todo el mundo), hay valores aislados que permiten esperanza, y honrados artesanos de más edad con olfato comercia a los espíritus pequeñoburgueses alemanes, como Josef Vilsmaior (Stalingrado). Conocemos a Sönke Wortmann, a Doris Dörrie o a Detlef Buck, pero incluso los espectadores alemanes apenas han oído hablar de los jóvedes salvajes como Christerph Schlingensief (Das deutsche Kettensägemassaker).

Pero la crisis despierta las ganas de reír, y la respuesta es humor a toda, costa. ¿Es humor negro o una ironía del destino el que los artistas de televisión se pongan a hacer películas en sus raos libres, el que el presente aparezca como un culebrón bien iluminado, como una extravagante notable a pie de página del humor? El cine alemán apuesta por "dinero divertido", como advirtió la publicación especializada de Estados Unidos Variety, que hacía la cuenta entre los proyectos que se lanzarán en los próximos 12 meses figuran 14 comedias. La mayoría trata de un descafeinado conflicto entre los sexos, y están ambientadas en el desierto de lo trivial, donde la vida consiste en chistes malos y en redos inofensivos. Nada de exageración nada de humor negro, nada de esos pequeños idilios con grandes sentimientos de los que el cine vive desde hace cien años; apenas hay rostros en los que se refleje mínimamente una cierta grandiosidad.

Cinco años después de la caída del muro, no ha habido ninguna película documental ni de ficción que trate la nueva situación. Das Versprechen (1995), de Margarethe von Trotte, una historia de amor en las dos Alemanias que se extiende a lo largo de 30 años, no hizo honor a su título (en alemán, La promesa). La generación X, la nueva complejidad en la jungla de las ciudades y el extrarradio sólo se conoce en la aldea alemana por las películas extranjeras. Si el cine es también un lugar en el que una sociedad habla indirectamente de sus conflictos, mitos y deseos, la infantilización y la pequeñoburguesía tienen un futuro glorioso en el cine alemán. Donde no hay mucho en juego es difícil hacer grandes cosas.Mientras, las salas acostumbradas al éxito muestran poca inclinación a exhibir películas alemanas y europeas. Dependen de las grandes compañías estadounidenses, cuyos productos llenan sus cajas, con lo que sólo en contadas ocasiones pueden exhibir las películas que quieten, suponiendo que toda vía quieran algo. La expansión de los multicines ha reforzado está tendencia y los cines municipales, con su programa de historia del cine, retrospectivas y experimentos, corren, peligro de que, al quedarse sin espectadoes, vean reducirse también las ayudas públicas.El futuro del cine alemán se parece a un paisaje en la niebla. Por él vaga un conjunto de seguidores de la corriente mayoritaria. cobardes y brevemente eufóricos, de cómicos discerebrados y de luchadores solitarios. En las pantallas han aparecido ya todas las figuras de la consciencia desgraciada" (Hegel). Pero lo que le falta a la cinematografía alemana es un fomento del cine alemán, entendido como unidad de las películas y las salas un sistema que posibilite una amplia base de películas con éxito comercial, porque sólo así pueden surgir las ambicionadas producciones artísticas. Si fracasan incluso las tímidas reformas de la Länderförderung, el cine alemán seguirá siendo una cenicienta que se marchita en silencio, tanto en casa como en el extranjero.

En esta serie sobre el estado del cine europeo participan los periódicos Frankfurter Rundschau (Alemania), Le Monde (Francia), EL PAÍS, Dagens Nyheter (Suecia), Tagesanzeiger (Suiza), Público (Portugal) y especialistas del cine italiano y británico.

Peter Körte es especialista en cine del periódico Frankfurter Rundschau.

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