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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Solana, en la OTAN

EL ACUERDO unánime logrado entre los embajadores de los países miembros convirtió ayer al ministro de Exteriores español, Javier Solana, en el próximo secretario general de la OTAN. Este nombramiento, a los 20 años de la muerte de Franco, tiene un alto valor simbólico como reconocimiento internacional de la España democrática y de su aportación a la defensa de los principios y valores occidentales. En contraste con el aislamiento de las cuatro décadas de dictadura, el nombre de Solana en la Secretaría de la OTAN viene a sumarse hoy a los de Federico Mayor Zaragoza en la presidencia de la Unesco y al de Juan Antonio Samaranch al frente del Comité Olímpico Internacional. En la última década, Marcelino Oreja presidió el Consejo de Europa, y Enrique Barón, el Parlamento Europeo. Y Felipe González rechazó no hace mucho la posibilidad de suceder a Jacques Delors al frente de la Comisión Europea.La Secretaría General de la OTAN, cargo que han ocupado personalidades como el conservador lord Carrington, el socialista Henri Spaak y el democristiano Manfred Wörner, entre otros, es un puesto de especial relieve, porque coordina las voluntades de los países miembros y negocia en nombre de la alianza defensiva más poderosa del mundo. Pablo de Azcárate, que fue secretario general adjunto de la Sociedad de Naciones en los años treinta, era hasta el presente el único español del siglo XX que había ocupado un cargo internacional de importancia comparable. Javier Solana Madariaga es sobrino nieto de Salvador de Madariaga, alto funcionario de la misma Sociedad de Naciones en los años veinte, y más tarde, representante de España ante la misma.

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Entre la incredulidad y la descalificación, los especialistas en sarcasmos patrios han exprimido todo el repertorio, desde que el nombre de Solana apareció como candidato a este cargo. Algunos han recordado su oposición inicial y escaso entusiasmo posterior ante la en trada de España en la OTAN, a comienzos de los ochenta: un pecado que comparte con cerca del 70% de los españoles que entonces tenían una opinión sobre el asunto. Tampoco ha faltado quien se inventara hace sólo dos días un falso veto británico, y en general ha brillado a gran altura el papanatismo casticista de quienes disfrutan escupiendo sobre el espejo: ¿cómo, va a ser secretario general un español, socialista por más señas? La actitud mental de quienes proclaman que su país es el peor del mundo, y los españoles, por serlo, más tontos o malvados que el resto de los mortales, es sólo comparable a la de aquellos que consideran, por el contrario, que ser español es un mérito especial.

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Solana es el único ministro de González que ha permanecido junto a éste en el Gabinete desde 1982. Ayer mismo se cumplían 13 años de su nombramiento como ministro de Cultura. Su nuevo destino deja a los socia listas sin el que parecía principal candidato a encabezar su cartel electoral en los comicios de marzo, lo que abre de nuevo la hipótesis de que repita González. Segura mente no faltarán augures que proclamarán que ya lo sabían y que todo ha sido una operación destinada a justificar esa repetición. Son los mismos que consideraron increíble la candidatura de Solana para la OTAN y la calificaron de maniobra para hacerle crecer como candidato del PSOE. Poco importa que ambas afirmaciones sean contradictorias. Decir una cosa y la contraria es la especialidad de algunos políticos y periodistas.

Solana se enfrentará a dos cuestiones prioritarias. De inmediato, el despliegue en Bosnia de los 60.000 soldados encargados de garantizar sobre el terreno el acuerdo de paz para la ex Yugoslavia. Después, la ampliación de la OTAN hacia el Este, venciendo las reservas rusas al respecto. Solana es un gran negociador, pero ahora asume un cargo en el que, además de sus virtudes conciliadoras, deberá desplegar firmeza y decisión. Es posible que lo que menos le guste a Solana de su nuevo cargo es que no siempree va a poder satisfacer a todo el mundo, a lo que sin duda tiende su carácter. Bajo su mandato, la OTAN deberá definir la seguridad occidental, en las primeras décadas del siglo XXI, con la reafirmación de la solidaridad, el diálogo y la comuni dad de: intereses transatlánticos. Solana tiene por delante una tarea complicada y apasionante.

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