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El primer ministro francés intenta movilizar a los ciudadanos para hacer frente a los huelguistas

Enric González

El Gobierno conservador de Alain Juppé y las fuerzas sindicales apuestan a todo o nada en una situación cada vez más incontrolable en Francia. Los sindicatos quieren que la huelgas se extiendan a todo el sector público de manera indefinida y sugieren a los camioneros que se sumen un bloqueo absoluto del transporte. El Ejecutivo, a su vez, organiza desde el partido gaullista un frente de usuarios exasperados para oponerlo a los huelguistas. Ambas partes optan por una estrategia de choque frontal, cuyas consecuencias son imprevisibles. El país, mientras tanto, sigue aproximándose al caos.

La situación empieza a hacerse incomprensible y, lo que es más grave, incontrolable. Mientras el Gobierno se mantiene intransigente y la crisis social se pudre, los sindicatos son incapaces de coordinarse entre sí y se limitan a empujar más y más. "El lunes se generalizará la huelga", dice Marc Blondel, secretario de Fuerza Obrera (FO). "El martes marcara un nuevo punto fuerte anuncia a su vez Louis Viannet, secretario de la Confederación General del Trabajo (CGT).Blondel quiere la retirada del plan de reforma de la Seguridad Social y de las pensiones, pero no la- dimisión de Juppé, que en cambio sí desea Viannet. La Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT) de Nicole Notat no quiere que el Gobierno toque las pensiones de los funcionarios, pero si aprueba la reforma.

Las grandes acciones unitarias que se perfilaban para la semana próxima son desestimadas y de entre el desorden sindical surge una voz minoritaria, la de Alain Deleu, secretario de la Confederación Francesa de Trabajadores Cristianos (CFTC), pidiendo al Gobierno "una negociación abierta para evitar el caos". La situación actual, dice el moderado Deleu, "se inscribe en un escenario del tipo Mayo del 68, pero con riesgos mucho más graves, porque entonces la economía crecía con fuerza y no existía el desempleo".

Al margen de muchas diferencias, existe al menos una coincidencia con el fenómeno social de 1968: como entonces, las huelgas se extienden como por contagio y sin estrategia preestablecida. El personal de tierra de Air France invadió ayer, durante 90 minutos, una pista del aeropuerto de Orly. Los empleados de vuelo convocaron anoche un paro para el próximo jueves; los trabajadores de la compañía de vuelos interiores Air Inter anunciaron horas antes que no habrá vuelos esa fecha; tres sindicatos médicos convocan huelga para el 17 de diciembre; en las grandes empresas privadas cunden las demandas de huelga solidaria y Renault se manifestará el martes; el lunes pueden sumarse a la huelga los maestros de escuela y el personal de la mayoría de los ministerios; los transportes públicos se mantienen en huelga prácticamente ilimitada y sobre la semana próxíma se cierne la amenaza de una huelga de camioneros. FO y CGT invitan a los camioneros a bloquear las carreteras y los accesos ZL las grandes ciudades, agitando el espectro de un desabastecimiento prenavideño.

Ante esta perspectiva, Juppé parece apostar por una estrategia de confrontación en la calle. Con el presidente Jacques Chirac en África para una cumbre francófona, el primer ministro y presidente de la Reagrupación Para la República (RPR, gaullistas) ha puesto en marcha la maquinaria del partido para organizar comités de usuarios antihuelgas.

Un documento gaullista publicado ayer por Le Monde proponía una gran manifestación de usuarios para el próximo jueves y sugería incluso los lemas: Dejadnos trabajar, No queremos ser ehenes, Los huelguistas no están por encima de la ley. Para hoy está convocada ya, en París, una pequeña manifestación de dos organizaciones de usuarios. La confrontación física entre huelguistas y usuarios entraña el riesgo de desembocar en choques y violencia. Las manifestaciones estudiantiles del jueves concluyeron, por la noche, con diversos incidentes: 25 personas heridas entre jóvenes y policías, vandalismo en la universidad parisina de Jussieu y algunos destrozos en las calles de París y Nantes.

Esfuerzo inútil

Los ministros de Transportes, Bernard Pons, y de Educación, François Bayrou, se reunieron ayer con representantes de los ferroviarios y los estudiantes para tratar de llegar a un acuerdo. Pons no ofreció nada nuevo y los ferroviarios se fueron airados. Bayrou prometió más dinero para las facultades, pero sin concretar cifras. El esfuerzo quedó en nada, por más que el portavoz gubernamental, Alain Lamassoure, insistiera en que el Góbierno había hecho "la apuesta del diálogo". Lamassoure afirmó ayer que la situación era gravísima. "Nuestra economía está en convalecencia, los usuarios soportan con cada vez mayor dificultad los impedimentos que les son impuestos, y muchas empresas corren el riesgo de verse paralizadas y dejar a su personal en paro técnico", dijo el portavoz de Juppé. El presidente de la Confederación Nacional de Patronos Franceses, Jean Gandois, coincidió en el diagnóstico, y la Confederación General de Pequeñas Empresas, al igual que el alcalde de París, pidió al Ejecutivo que, desde el lunes, incautara los transportes públicos y utilizara al Ejército para ponerlos en funcionamiento. La Bolsa siguió bajando y el franco se mantuvo débil, lo que forzó al Banco de Francia a una ligera subida de sus tipos de interés a tres meses.

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