"El director se ha convertido en un esclavo"
Fernando Trueba rechaza la parafernalia y defiende el cine popular
Fernando Trueba ya ha pasado lo mejor. Ahora se ve como un esclavo y añora el cine aficionado. Le aburre la excesiva estructuración que rodea el mundo del cine "Odio del cine los permisos, los sindicatos, los contratos y la parafernalia que rodea los estrenos. Todo eso me quita las ganas de hacer cine", afirma el director de Two much, el proyecto más ambicioso de la historia del cine español, que se presenta hoy en Madrid con toda esa parafernalia, y mucha más, que él tanto detesta."Entre mis proyectos tengo una película en 16 milímetros. Me gustaría rodar algo con muy poca gente, muy pocos elementos. Me aburre un poco que el cine esté tan estructurado, me gusta la anarquía, llegar a la calle con una cámara y ponerme a rodar", añora Trueba, tras casi dos años en los que los intermediarios se han convertido en piezas clave de su vida. "Mi mayor conflicto con el estilo de vida, americano es que todo tenga que pasar por un abogado, aunque luego éste sea cojonudo. El intermediario se convierte en la pieza central de la vida y las relaciones humanas".
Cree que a sus años, 40, y con tina importante carrera cinematográfica, se ha ganado ya el derecho a no tener que pasar por los estrenos de sus películas. "Lo que pasa es que hay un chantaje continuo; hay gente que viene, otros que son tus socios, y al final, por una cosa o por otra, terminas yendo a esa ceremonia que yo detesto, que es el estreno. Lo detesto desde mi primera película. Espero que algún día se me reconozca el derecho a no ir, porque el director se ha convertido hoy en un esclavo. Después de estar dos años trabajando en una película, la tiene que vender, promocionar y dar su imagen. ¿Desde cuándo un director es alguien que dé su imagen? Si uno elige ser actor, es que de alguna forma quiere ser retratado, ser visto. Cuando se elige ser director te encuentras en una especie de contradicción, creada por la evolución de los medios de comunicación en este campo. Pienso en los pobres novelistas, que antes eran señores que iban a charlar a la, tertulia con los amigos y el resto del tiempo escribían en casa, o en los poetas, que están todo el día en los periódicos, cuando se supone que si había algo íntimo eso eran los poetas", reflexiona resignado. "Yo hago películas, no las vendo, no tengo una tómbola", dice como disculpándose.
Hubiera preferido que fueran los productores quienes se hubiesen puesto de moda. "Es tremebundo que se haya hecho del director una especie. de estrella con minúsculas. El otro día, en una librería de Londres, vi una estantería llena de libros con la portada de Tarantino. Cuatro libros escritos sobre él y todos sus guiones publicados. Cuando piensa que ese tipo ha hecho sólo dos películas... ¡Si de John Ford no se escribió un libro de él hasta que llevaba 120 películas!".
No tiene intención de estar todo el día dando brillo a su Oscar por Belle époque por más que se lo estén recordando de manera continua. "No noto mayor presión de fuera. Soy yo el que me exijo, pero no desde el Oscar, sino desde mi primera película".
Cine popular
Sobre la pared de su oficina de Madrid hay muchos carteles de cine enmarcados. Su dios Billy Wilder -"no creo en Dios, pero sí en Billy Wilder", dijo en la concesión del Oscar- está con dos películas: Sabrina y Embrasse moi idiot. Trueba cree en el cine popular, y quizás por ello todavía no ha querido enseñar su nueva película -Two much- a su suegro, a quien adora. "Yo le digo que no le va a gustar, porque mi suegro tiene un concepto del cine como arma de transformación de, la sociedad. Yo hago un cine popular. Quizás porque la mayoría de los directores que me han gustado a mí han hecho cine popular, que es el que les gusta a los críticos cuando el director. se ha muerto o es viejo, como Renoir, Ford, Chaplin o Keaton. He ido más por esa vía que por la personal, en la qué también hay muchos directores que me gustan, Dreyer Fellini, Bergman.... Quizás lo he hecho por pudor, porque me ha dado vergüenza contarme a mí mismo".
Trueba está todo el rato preguntándose si la expectación que se ha levantado en torno a Two much puede perjudicar a la película, y recuerda que él, en su día, tardó un año en ver Tiburón por la campaña tan fuerte y avasalladora que se realizó en torno al filme. "Es toda una contradicción. "Uno quiere que la película esté bien publicitada y bién vendida. Lo único que no me gusta, a lo mejor por egoísmo, es formar parte de ese proceso y ser exprimido en ese proceso. Eso es lo único contra lo que me rebelo. En el caso de Two much es una película de risa, donde hay muy poco lugar para la literatura. Cuando lo que has fabricado son dos horas de diversión, una historia de enredos y risas, no es lo más apropiado para el género ensayístico".
A esta expectación no es ajeno el idilio entre Antonio Banderas y Melanie Griffith y lo abultado del presupuesto de Two much -una producción de Sogetel, Andrés Vicente Gómez y el mismo Trueba de 1.500 millones de pesetas-. "En España hay una tendencia a hablar del dinero que me parece repugnante e impúdica. La cifra de cualquier película, incluso la más barata, es desorbitada para la economía de una persona normal. Toda mi vida he detestado el dinero, y siempre que lo he tenido he intentado pulírmelo lo antes posible, porque me molesta. Nunca he hecho nada por dinero, espero seguir sin hacerlo".
"¿Que si, todo ha valido la pena? A veces me lo pregunto y no lo sé muy bien. ¿Pero qué otra cosa podíamos hacer?", dice Fernando Trueba, para quien el resultado es siempre peor que las metas impuestas previamente. "Cada vez que haces tina película y la ves, te enseña una lección de humildad, porque tienes que conformarte con lo que has sabido hacer. Ninguna película es mejor de lo que te has propuesto, ni la más feliz de todas". ¿Ni Belle époque? "Ni Belle époqué?"
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