Hija de la transición

Durante los pasados días me he visto gratamente sorprendida por la abundancia de espacios, programados per TVE a propósito del vigésimo aniversario de la transición democrática en nuestro país. Me considero, por mi edad, hija de la transición, y estos programas, unidos a la magnífica serie documental realizada por Victoria Prego, me han permitido deleitarme en la extraordinaria labor de construcción de la democracia que creció conmigo.Toda esta información ha afianzado en mí el respeto y la admiración que siempre me inspiró la figura de uno de los hombres, clave en aquellos años: Adolfo Suárez. Acostumbrada a identificarlo con su cargo presidencial, su dimisión, en enero de 1981, fue la primera noticia política que suscitó mi interés; la segunda sería el intento de golpe de Estado del 23-F. Tan impactantes sucesos me: llevaron a vivir (a mis nueve años) con gran entusiasmo las elecciones; generales de 1982.

Hoy, con la perspectiva de estos 20 años, crece mi admiración hacia él hombre que supo hacer de la diplomacia y la tenacidad- instrumentos perfectos para guiar a un país receloso, desconfiado y expectante al mejor de los destinos.

Un detalle: el profundo suspiro de Suárez al conocer el resultado de la votación en las Cortes sobre la Ley para la Reforma Política. Fue el momento clave. A mi entender, Adolfo Suárez es el don de la locuacidad, es la elegancia, es el carisma, el carisma hecho político. Y reconocer esto es algo que va más allá de cualquier orientación ideológica que se tenga-